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Foto extraida del video de Youtube
Feliz lunes: El oxímoron más grande de la historia
¿Feliz lunes? Vamos, ¿quién inventó esa frase? Seguro que fue alguien que nunca tuvo que arrastrarse de la cama un lunes a las 7 de la mañana con el despertador sonando como si fuera una alarma de bomba. El lunes es como ese amigo que te invita a salir pero siempre termina arruinándote el plan. Es el día que te recuerda que el fin de semana ya es historia y que tienes cinco días más para sobrevivir hasta el próximo. ¿Feliz? Más bien «sobrevivir lunes» sería más apropiado.
Piensa en esto: el lunes es el día en el que tu cuerpo aún está en modo domingo, pero tu mente ya está en modo «¿por qué no me jubilo ya?». Es como si el universo quisiera jugarte una mala pasada, combinando la pereza de un domingo con la productividad obligada de un martes. Y encima, alguien tuvo la brillante idea de añadirle la palabra «feliz» delante. ¿Feliz? ¡Si apenas podemos pronunciar «lunes» sin bostezar!
Y no nos engañemos, el lunes es el día que más memes genera en internet. ¿Por qué? Porque todos nos sentimos identificados con ese gato que mira fijamente la pantalla del ordenador como si estuviera contemplando el vacío existencial. El lunes es el día en el que el café se convierte en tu mejor amigo, tu peor enemigo y tu única razón para seguir adelante. Así que, ¿feliz lunes? Más bien «lunes: el día que nos une en el sufrimiento».
¿Por qué el lunes es el día más odiado del planeta?
¿Es el lunes realmente tan malo?
Sí, y no, y sí otra vez. Depende de cuánto café hayas tomado y de si lograste esquivar los correos electrónicos que llegaron durante el fin de semana.
¿Hay alguna forma de hacer que el lunes sea menos traumático?
Podrías intentar convencer a tu jefe de que el lunes es un día opcional, pero las probabilidades de éxito son las mismas que las de ganar la lotería sin comprar un boleto.
¿Por qué seguimos diciendo «feliz lunes» si nadie lo siente?
Es como decir «buen provecho» cuando alguien está comiendo algo que claramente no le gusta. Es pura cortesía social, aunque sepamos que es mentira.
Feliz lunes: La mentira que nos contamos cada semana
El lunes es como ese amigo que siempre llega tarde a la fiesta y encima te pide que le prestes dinero. Todos fingimos que estamos emocionados de verlo, pero en el fondo sabemos que es puro teatro. Decir «feliz lunes» es como aplaudirle a un mago que te acaba de robar el reloj: lo haces por educación, pero te quedas con cara de «¿en serio?». La verdad es que el lunes es el día en el que el café sabe a lágrimas y la alarma suena como una advertencia del apocalipsis.
¿Por qué insistimos en este autoengaño colectivo? Tal vez sea porque necesitamos creer que la semana arranca con buen pie, aunque en realidad sea más bien un pie en un charco de agua fría. El «feliz lunes» es como el «estoy bien» que soltamos cuando alguien nos pregunta cómo estamos, aunque acabemos de tropezar con la puerta. Es una mentira piadosa, una especie de pacto social para no hundirnos todos en la desesperación.
Y no nos engañemos, el lunes sabe que lo odiamos. Lo sabe y se ríe de nosotros mientras nos arrastramos a la oficina o nos enfrentamos a una bandeja de entrada llena de correos que gritan «¡URGENTE!». Pero, ¿sabes qué? Tal vez el lunes no sea tan malo. Tal vez solo sea un día más, y nosotros, con nuestra obsesión por etiquetar todo, lo convertimos en el villano de la semana. O quizás sí es un villano, pero uno con el que tenemos que aprender a convivir.
¿Tienes dudas sobre el lunes? Aquí te las resolvemos
¿Por qué el lunes siempre parece más largo que los otros días?
Porque el tiempo es relativo, y cuando estás contando los minutos para que termine el día, cada segundo se siente como una eternidad. El lunes es el maestro del slow motion.
¿Existe alguna forma de que el lunes no sea tan insoportable?
Sí, se llama «tomarse el día libre». Pero si eso no es una opción, prueba con un buen desayuno y una lista de tareas manejable. O simplemente acuérdate de que, al final, el lunes también termina.
¿Por qué decimos «feliz lunes» si no lo sentimos?
Porque somos unos optimistas profesionales. O tal vez porque nos gusta fingir que tenemos todo bajo control, aunque por dentro estemos gritando. Es como decir «qué bonito día» cuando está lloviendo a cántaros.