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Foto extraida del video de Youtube
Como cocinar la yuca sin que te salga un chicle gigante
Cómo cocinar la yuca sin que te salga un chicle gigante
Cocinar yuca puede ser una aventura culinaria o un desastre pegajoso. Si no quieres que tu yuca se convierta en un chicle gigante que desafíe las leyes de la física, hay que seguir algunos trucos. Primero, elige bien la yuca: debe estar firme, sin manchas y con la piel intacta. Si parece que ha pasado por una batalla campal, mejor déjala en la tienda.
El secreto está en cocinar la yuca con agua y sal, pero sin exagerar. Ponla a hervir en una olla con suficiente agua para cubrirla y añade una pizca de sal. Aquí viene el truco mágico: no la dejes demasiado tiempo. Si la yuca se cocina de más, se vuelve gomosa y parece que estás masticando un neumático reciclado. Prueba con un tenedor después de unos 20 minutos; si está tierna pero no se deshace, ¡bingo!
Por último, pela la yuca después de cocinarla, no antes. Si la pelas cruda, te arriesgas a que se deshaga en la olla y te quede una masa pegajosa. Una vez cocida, quítale la piel y el hilo central (ese que parece un cable de fibra óptica) y sírvela como más te guste: frita, al horno o simplemente con un chorrito de aceite y sal. ¡Y voilà! Yuca perfecta, sin chicles involucrados.
¿Tienes dudas? Aquí te las resolvemos
¿Por qué mi yuca queda tan gomosa?
Probablemente la cociste demasiado. La yuca tiene un punto exacto: tierna pero no deshecha. Si te pasas, se convierte en un chicle gigante.
¿Puedo pelar la yuca antes de cocinarla?
No es lo ideal. Pelarla cruda puede hacer que se deshaga en la olla. Mejor hazlo después de cocinarla, cuando esté más manejable.
¿Cómo sé si la yuca está lista?
Pincha con un tenedor. Si entra fácilmente pero la yuca no se deshace, está en su punto. Si el tenedor se hunde como en mantequilla, ya te pasaste.
Como cocinar la yuca y no morir en el intento
Cómo cocinar la yuca y no morir en el intento
Cocinar yuca es como jugar al ajedrez con un vegetal: si no sabes lo que haces, te puede ganar. Este tubérculo, aunque delicioso, tiene sus mañas. Lo primero es pelarla bien, porque su cáscara es más dura que el orgullo de un gato. Usa un cuchillo afilado y paciencia, o terminarás con más cortes que un actor de película de acción. Una vez pelada, córtala en trozos del tamaño de un bocadillo, no de un elefante. Así se cocina uniformemente y no te quedará una parte cruda y otra más blanda que un abrazo de oso.
El siguiente paso es hervirla. Aquí es donde muchos se rinden, porque la yuca tiene la habilidad de pasar de dura a puré en un abrir y cerrar de ojos. Ponla en agua con sal y déjala hervir a fuego medio. No te vayas a hacer un café o a ver TikTok, porque en ese tiempo la yuca puede decidir convertirse en una sopa. Revísala con un tenedor: si está tierna pero firme, ¡bingo! Si se deshace, mejor llamarla puré y disimular.
Finalmente, freírla es la cereza del pastel. Pero ojo, no la tires al aceite como si fuera una pelota de fútbol. Escúrrela bien y fríe a fuego medio-alto para que quede crujiente por fuera y suave por dentro. Si la fríes demasiado rápido, te quedará aceitosa; si es muy lento, parecerá un zapato viejo. Y si algo sale mal, recuerda: la yuca es un arte, no una ciencia exacta. Siempre puedes intentarlo de nuevo… o pedir pizza.
¿Y si tengo dudas? Aquí te las resolvemos
– ¿Por qué mi yuca queda dura? Probablemente no la herviste lo suficiente. Dale más tiempo, pero sin exagerar.
– ¿Qué hago si se deshace? Acepta que tienes puré de yuca. Agrega mantequilla y a disfrutar.
– ¿Puedo freírla sin hervirla primero? Técnicamente sí, pero prepárate para una yuca más dura que un examen de matemáticas.