¿Únicas, Jugosas y Prohibidas? Descubre el Secreto de las Picotas: ¡El Diamante de la Temporada! 🍒💎

Foto extraida del video de Youtube


Picotas: la fruta que te roba el corazón (y luego no devuelve el hueso)

¿Por qué las picotas son el «crush» del verano?

Imagina una fruta que llega, te conquista con su dulzura y, cuando te descuidas, te deja con el hueso en la mano. Así son las picotas: las cerezas que juegan a ser «la ex que nunca olvidarás» pero en versión frutal. Más pequeñas que un tuit de amor no correspondido, estas bellezas sin pedúnculo (sí, ese rabito que las demás cerezas llevan como sombrero) tienen un sabor tan intenso que hasta los pájaros se pirran por ellas. Eso sí, cuidado: si te pones a comerlas como si no hubiera un mañana, acabarás con los dedos manchados de rojo y el cubo de la basura lleno de huesos. ¡Advertencia de antemano!

El hueso de la discordia: ¿dónde está mi reembolso?

Las picotas son como ese amigo que te pide un favor y desaparece: te roban el corazón y jamás devuelven el hueso. ¿El motivo? Su hueso está tan pegado a la pulpa que intentar sacarlo es como intentar separar a dos influencers en un TikTok viral. Si quieres evitar que tu cocina pareza el escenario de un crimen frutal, mejor cómpralas ya deshuesadas… o acepta que la vida es caos y mancharás la camisa. Eso sí, el jugo que dejan en tus labios es el mejor pintalabios natural. ¿Efecto secundario? Atraerás miradas… y avispas.

¿Picotas vs. cerezas normales? Esto es personal

No confundas: las picotas son la versión «premium» de las cerezas. Nacen en el Valle del Jerte, crecen bajo un sol que parece sacado de un filtro de Instagram y tienen denominación de origen como si fueran vino. ¿La diferencia clave? Son más dulces, más tiernas y, por supuesto, más traicioneras (ese hueso, otra vez). Eso sí, su temporada es tan corta como un verano en Galicia. Si las ves en el mercado, ¡compra! Luego no digas que la vida no te dio segundas oportunidades…

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¿Picotas?: preguntas que te dejan con el corazón en un puño (y el hueso en la mano)

  • ¿Por qué se llaman «picotas»?
    Porque antiguamente se recolectaban a picotazos (de pájaros, no de humanos). Hoy las máquinas hacen el trabajo, pero el nombre quedó para la historia. Y para el drama.
  • ¿Engordan menos si como solo «una»?
    Ja. Ja. Ja. Intenta comer solo una. Nos vemos en el gimnasio.
  • ¿Puedo plantar el hueso y tener mi propio árbol?
    Sí, pero necesitarás la paciencia de un monje tibetano. Entre que crece y da fruta, te da tiempo a escribir una trilogía de fantasía.
  • ¿Son lo mismo que las cerezas del Jerte?
    Todas las picotas son del Jerte, pero no todas las cerezas del Jerte son picotas. Como los dálmatas: todos son perros, pero no todos tienen manchas.

Y recuerda: si alguien te dice «qué romántico, compartamos unas picotas», revisa bien su intención. Igual solo quiere quedarse con todas y dejarte los huesos. ¡Vive alerta!

Picotas: ¿la fruta más snob del mercado? (Spoiler: sí, pero con razón)

Las Picotas son como ese amigo que viaja a Bali «para encontrarse a sí mismo» y luego te habla de vibras energéticas mientras toma un smoothie de kale. Pero, ojo, aquí hay ciencia dura: son las únicas cerezas con DOP (Denominación de Origen Protegida) en Europa. Nacen en el Valle del Jerte, un sitio tan bonito que hasta las cabras llevan gafas de sol. ¿Su truco? Desprenden el rabito solitas al madurar, como si dijeran: «No me toques, ya bajo». Las normales necesitan que les arranques el tallo, lo cual es básicamente un secuestro de vegetales.

¿Por qué pagar el doble por algo que parece una cereza con complejo de diva? Su sabor es un combo de dulce, ácido y un toque a «te voy a arruinar otras frutas para siempre». Además, son más firmes que los propósitos de Año Nuevo de un influencer. Las de Jerte tienen menos agua, lo que las hace ideales para freírte a mamporros sin que se deshagan como un helado en agosto. Eso sí, su temporada es más corta que la paciencia de un niño en una boda: de junio a julio. Si no las pillas en ese mes, te tocará llorar frente al pasillo de frutería hasta el próximo verano.

¿Snob o con derecho a serlo? La prueba del algodón (o del mantel)

Imagina esto: pones un bol de Picotas en una fiesta. En 10 minutos alguien dirá: «¿Esto qué es? ¡Sabe a infancia, verano y deuda económica!». No tienen rival en Instagram: su rojo intenso hace que hasta los aguacates se sientan básicos. Eso sí, manchan más que un bolígrafo roto en una entrevista de trabajo. Consejo vital: no las comas con camisa blanca a menos que quieras parecer el villano de una película de crímenes frutales.

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Preguntas que nadie hizo pero igual respondemos

  • ¿Por qué cuestan un riñón si son cerezas?

    Porque el Valle del Jerte no es un chiringuito playero. Tienen microclima, suelos volcánicos y controles de calidad más estrictos que un profesor de matemáticas con resaca. Cada pieza es examinada como si fuera un diamante de sangre, pero sin Leonardo DiCaprio.
  • ¿Son transgénicos o las creó un científico loco?

    Nada de OMG. Son hijas de cerezos viejunos que llevan siglos en Extremadura. Si fueran personas, llevarían sombrero cordobés y sabrían bailar flamenco mientras parten huesos de aceituna con los dientes.
  • ¿Cómo sé que no me venden gato por liebre?

    Busca el sello DOP y el rabito ausente. Si la cereza tiene tallo, es tan Picota como un pingüino en el Sahara. Y si el vendedor te dice «son iguales pero más baratas», corre. Más rápido que una abuela en rebajas.

Ahora que lo pienso, quizás las Picotas no sean snobs… ¡nosotros somos los que no estamos a su altura! *Mic drop* 🍒.