Foto extraida del video de Youtube
Guía Campsa: cómo sobrevivir a una parada en sus «encantadores» restaurantes de carretera (trae tu propio pan)
El arte de no llorar frente al menú
Entras. Hueles a fritanga reconfortante mezclada con nostalgia de los 90. Te recibe un camarero que parece haber visto demasiadas ruedas de camión. Primera regla de oro: evita el contacto visual con las ensaladas. Son decorativas, como los cactus en el desierto. Si te aventuras, pide algo que no requiera masticar mucho. Ejemplo:
- Croquetas (si tienen textura de plastilina, enhorabuena, son auténticas).
- Tortilla (la de patata… o la de lo que sea).
- Café (sabrá a sueños rotos, pero te mantendrá despierto para huir rápido).
Y sí, el pan. Trae el tuyo. El de aquí podría usarse como material de construcción.
Cómo navegar por la decoración (sin perder la cordura)
Azulejos color mostaza, lámparas que parecen colgar de un hilo de esperanza, y manteles con manchas que cuentan historias. Segunda regla: elige tu mesa como si fuera una partida de ajedrez.
- Lejos de la cocina (el trajín de sartenes es ensordecedor).
- Cerca del baño (pero no tanto… ya me entiendes).
- Junto a la ventana (para recordar que existe un mundo exterior).
Si ves a alguien llorando en la mesa de al lado, ofrecele un trozo de tu pan. Solidaridad ante todo.
La comida: cuando el estómago es más valiente que el cerebro
El menú del día es una caja de sorpresas. Tercer mandamiento: si el plato tiene nombre de abuela (“Estofado de la Consuelo”), pregúntale al camarero si Consuelo lo cocinó personalmente. Si titubea, corre. Alternativas seguras:
- Huevos fritos con cosas (las “cosas” son un misterio, pero los huevos suelen ser… huevos).
- Flan (si tiene una cereza encima, es un milagro; guárdala como talismán).
Y repito: trae tu propio pan. El de aquí podría usarse para jugar al pádel.
¿Tienes dudas? Aquí tienes respuestas (y un poco de sarcasmo)
¿Es cierto que el pan de Campsa sirve para lijar muebles?
No confirmamos ni desmentimos, pero un cliente una vez reparó su moto con una barra. Experimenta bajo tu propio riesgo.
¿Hay opción vegana?
Sí: agua del grifo y la esperanza de que la ensalada no tenga jamón. Aunque, seamos realistas, todo sabe a aceite del bueno.
¿Puedo pedir que me calienten el pan que traigo de casa?
El camarero te mirará como si hubieras pedido un transbordador espacial. Pero inténtalo. La audacia se premia (a veces).
Guía Campsa: el arte de no arruinarte en la gasolinera (spoiler: es misión imposible)
Gasolina vs. riñón: ¿cuál vale más en el mercado negro?
Si has llegado a calcular cuántos litros de gasolina equivalen a un mes de alquiler, bienvenido al club. La estrategia básica es simple: perseguir gasolineras como si fueran Pokémon legendarios. Usa apps, compara precios y reza para que la estación más barata no quede a 200 km de tu casa (spoiler: siempre está a 200 km). ¿Consejo pro? Llena el depósito los martes a las 3:33 am, cuando Marte retrógrado alinea los precios. O no. La realidad es que el “ahorro” suele ser de 3 céntimos… que luego gastas en un café para no dormirte al volante.
Tarjetas de descuento: el unicornio de los combustibles
Todos tenemos esa tarjeta de puntos que promete milagros y entrega… un chicle gratis cada 500 litros. Jugar al solitario con los descuentos de Campsa es un deporte de alto riesgo: acumulas puntos, descuentos en lavados de coche (que nunca usas) y promociones tipo “llena diez veces el depósito y gana una bolsa de patatas”. Eso sí, si logras combinar una tarjeta de la gasolinera + un cupón de Groupon + el día sin IVA, quizá consigas pagar lo mismo que hace tres años. Éxito relativo.
El truco definitivo (que no existe)
¿Te han dicho eso de “conduce suave y ahorrarás”? Mentira cochina. Si pisas el acelerador como si fuera una cucaracha, el consumo se dispara. Si conduces como una abuela con prisa, llegas tarde y tu orgullo muere un poco. La ecuación perfecta sería:
- Ponerse en neutral cuesta abajo (ilegal, pero épico).
- Apagar el aire acondicionado (sudando como en una sauna finlandesa).
- Vender el coche y comprar una burra (eco-friendly, pero lenta).
Al final, la única forma de no arruinarse es que te subvencione un tío petrolero… o salir a empujar el coche.
¿Preguntas que arden como el precio del diésel?
¿Llenar el depósito por la mañana ahorra dinero porque el combustible está más denso?
Mito más falso que un billete de 300 euros. La gasolina no hace yoga al amanecer. Da igual la hora: tu cartera sufrirá igual.
¿Las gasolineras low cost son trampas mortales?
No, pero sus precios son como un Tinder económico: atractivos hasta que lees la letra pequeña. Revisa que no te cobren “servicio de respirar cerca del surtidor”.
¿Puedo pagar con chapas de botellín?
Sí, pero solo si el empleado acaba de salir de una comuna hippie. Mejor junta esas chapas para comprarte un patinete.