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Foto extraida del video de Youtube
Desbario restaurante: ¿El lugar donde perdiste la cabeza o la cena?
¿Alguna vez entraste a un restaurante y saliste preguntándote si lo que perdiste fue la cabeza o la cena? En Desbario, esto parece ser el pan de cada día. Entre platos que desafían la lógica y presentaciones que parecen sacadas de un sueño febril, este lugar no solo te alimenta, sino que también te hace cuestionar tu cordura. ¿Eso que estás comiendo es un postre o una escultura moderna? ¿Y por qué el camarero parece estar recitando un poema avant-garde al explicarte el menú?
El ambiente en Desbario es tan peculiar que te sentirás como si hubieras caído en una película de Wes Anderson mezclada con un episodio de *Black Mirror*. Las mesas están dispuestas de manera que te obligan a hacer yoga para alcanzar la sal, y la iluminación es tan tenue que podrías confundir a tu acompañante con un extraño. Pero, ojo, aquí no hay lugar para lo ordinario. Si buscas una experiencia gastronómica que te haga reír, llorar y reflexionar sobre el sentido de la vida, este es tu sitio.
¿Y la comida? Ah, la comida. Es como si un chef decidiera jugar a ser mago y alquimista al mismo tiempo. Los sabores son tan inesperados que podrías terminar enamorándote de un plato que nunca hubieras imaginado probar. Eso sí, no te sorprendas si al final de la cena te preguntas si lo que comiste fue real o simplemente un alucinación colectiva. Desbario no es un restaurante, es una experiencia que te deja con más preguntas que respuestas.
¿Qué demonios acabo de comer? Preguntas que te harás en Desbario
- ¿Por qué mi ensalada parece un jardín zen?
- ¿El camarero me está flirteando o solo está describiendo el vino?
- ¿Es normal que el postre tenga más colores que un arcoíris?
Desbario restaurante: Cuando el menú es un laberinto y el chef, un mago
Entras al restaurante y, de repente, te sientes como en un episodio de ¿Dónde está Wally?, pero con platos. El menú es más largo que la lista de excusas que das para no ir al gimnasio. ¿Carpaccio de ternera o tataki de atún? ¿Risotto de trufa o paella de marisco? Cada opción parece gritarte: «¡Elígeme, pero no te equivoques!» Y ahí estás tú, sudando como si estuvieras en un examen de matemáticas, intentando descifrar qué diablos es un «foie gras caramelizado con reducción de Pedro Ximénez».
El chef, por su parte, es como un mago que saca conejos de la chistera, pero en versión gourmet. Te sirven un plato que parece una obra de arte abstracta y piensas: «¿Esto se come o se expone en un museo?» El tipo convierte una simple zanahoria en una escultura digna de Instagram, y tú te preguntas si deberías aplaudir o pedirle que te enseñe sus trucos. Eso sí, cuando pruebas el primer bocado, todo cobra sentido: el laberinto del menú, la magia del chef, la factura que te deja sin aliento.
Lo mejor de todo es que, en este desbario culinario, siempre hay sorpresas. Te pides un postre que suena como un hechizo de Harry Potter («Tarta de chocolate fundido con helado de vainilla y crujiente de caramelo salado») y terminas con una explosión de sabores que te hace olvidar que no entendiste ni la mitad de la carta. Al final, sales del restaurante con el estómago lleno, la mente confundida y la certeza de que, aunque no entendiste nada, valió la pena.
¿Tienes dudas? Aquí te las resolvemos con sabor
- ¿Qué hago si no entiendo el menú? Pide ayuda al camarero. Ellos están ahí para guiarte, no para juzgarte (o eso esperamos).
- ¿Y si no me gusta lo que pedí? No pasa nada, a veces la magia falla. Pide otra cosa y sigue disfrutando del show.
- ¿Es normal que el plato parezca demasiado pequeño? Sí, pero no te preocupes, la intensidad de los sabores compensa el tamaño. Y si no, siempre puedes pedir pan.