El día que la cordura dijo ‘¡hasta aquí, me voy de vacaciones!😱’: una crónica desternillante del caos… ¿y tú dónde estabas?

El dia que se perdio la cordura

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El día que la cordura dijo «¡hasta aquí, yo me bajo!» y nadie supo encontrarla en el baúl de los recuerdos

Cuando la lógica se evaporó y todos bailamos cha-cha-chá en pijama

Imagina despertar un lunes cualquiera y descubrir que tu cerebro decidió tomarse un *«finde eterno»* sin avisar. Buscar las llaves en la nevera, saludar al gato como si fuera tu suegra o intentar freír un huevo con el teléfono móvil (spoiler: no termina bien). La cordura, esa compañera que creías fiel, había metido sus maletas en un Uber mental y desaparecido, dejando como recuerdo un post-it que decía: «Si me necesitas, estaré en Marte… o no». Lo peor: abriste el baúl de los recuerdos para rescatarla y solo encontraste un Walkman, tres calcetines sueltos y un ticket de Blockbuster. ¿Era esto parte de su plan maquiavélico?

Síntomas de que tu cerebro está en huelga (y no le importa tu sufrimiento)

Si alguna vez has tenido una conversación seria con la tostadora porque «ella empezó» o has llorado al ver que Netflix eliminó tu serie favorita (*sí, te vimos*), felicidades: eres miembro honorario del club «¿En qué momento todo se desmadró?». La cordura, en su fuga épica, dejó tras de sí estas pistas:

  • Intentaste ponerle contraseña a la cafetera por miedo a que te robe datos bancarios.
  • Le explicaste a Siri tus problemas existenciales y seguiste sus consejos al pie de la letra.
  • Creaste un altar con memes para atraer de nuevo la racionalidad, pero acabaste sacrificando una galleta (era lo único comestible en la despensa).
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«Yo no fui»: La excusa universal para justificar el caos interno

¿Recuerdas ese instante en que intentaste justificar tu decisión de comer helado a las 3 a.m. argumentando «es investigación científica»? La cordura, desde su escondite, probablemente se rió mientras tomaba notas para su libro *«Cómo sobreviví a la especie humana»*. Y es que, sin ella, el mundo se convirtió en un lugar donde discutir con el GPS («¡TÚ NO ERES MI PADRE!») o creer que las plantas conspiran contra ti son actos totalmente válidos. Lo irónico: nadie sabe cuándo volverá… ¿o quizás nunca se fue y solo está grabando un reality show?

¿Ya revisaste debajo de la alfombra? Preguntas que nadie se atreve a hacer en voz alta

¿La cordura tenía un suplente?
Rotundamente no. Descubrimos que su reemplazo era un loro con megáfono que grita: «¡Improvisen, muchachos!».

¿Se puede sobornar a la memoria para que diga dónde está?
Lo intentamos. A cambio, nos dio las coordenadas de un chiste malo y la letra de «Macarena».

¿Y si la cordura nunca existió?
*Silencio incómodo.* *Suena de fondo «I Will Survive».* Mejor seguimos bailando cha-cha-chá en pijama.

Cuando el mundo se volvió meme: así empezó la cuenta regresiva para la cordura (y Twitter tampoco ayudó)

Cuando el mundo se volvió meme: así empezó la cuentA regresiva para la cordura (y Twitter tampoco ayudó)

El año en que la realidad se divorció de la lógica
Todo comenzó cuando alguien, en algún rincón de internet, decidió que *lo normal* era aburrido. ¿Un político disfrazado de salchicha en un mitin? Trending topic. ¿Un pulpo adivinando resultados deportivos? Viral en tres minutos. La gente empezó a medir su existencia en retuits, y la línea entre «esto es gracioso» y «¿en qué universo esto tiene sentido?» se desvaneció más rápido que un influencer explicando física cuántica. Twitter, ese universo paralelo donde los *hot takes* sobreviven más que los helechos en la oficina, se convirtió en el epicentro del caos. Ahí, bajo el hashtag #ApocalipsisMentál, nacieron teorías conspirativas que mezclaban reptilianos, café descafeinado y Wi-Fi 6G.

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Twitter: el cóctel molotov de la locura colectiva

La plataforma del pajarito azul, lejos de ser un sitio para compartir recetas de galletas, se transformó en un laboratorio de experimentos sociales fallidos. Los hilos se multiplicaban como conejos con café expreso, explicando desde «cómo sobrevivir al invierno del alma» hasta «por qué tu gato planea asesinarte». Los memes ya no eran chistes: eran pronósticos del clima emocional. Si una publicación alcanzaba los 100.000 likes, automáticamente se consideraba «prueba científica». ¿El resultado? Una sociedad incapaz de distinguir entre un artículo de *Nature* y un tutorial de TikTok para hacer pan sin gluten… usando solo pensamientos positivos.

La lista definitiva de cosas que jamás debieron ser meme (pero lo fueron)

  • La foto del presidente comiendo un helado con tenedor.
  • El audio de un delfín «cantando» reggaetón editado con Autotune.
  • El debate filosófico de si los aguacates son una fruta o un estado mental.
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¿Y ahora qué? Preguntas que nadie se atreve a hacer (pero igual las respondemos)

¿Alguien conserva su cordura intacta?
Imposible. Si aún piensas que «todo está bien», revisa tu calendario: probablemente sigues atascado en 2019, cuando creíamos que el mayor problema era la moda de los pantalones campana.

¿Twitter sobrevivirá a su propia mitología?
Sí, pero solo si inventan un botón para convertir los dramas virales en energía renovable. Imagina cargar tu teléfono con el hype de un Elon Musk posteando un meme en 3 a.m.

¿Podemos culpar a los memes de… *todo*?
No, pero aceptamos donaciones para fundar la primera terapia grupal contra el Síndrome del Hashtag Traumático. Sesiones incluyen: borrar cuenta de Twitter, abrazar un árbol y recordar cómo era la vida antes de que existiera el término «viralizar».

¿Ondas Perfectas? Descubre los Peinados que Harán Tu Cabello Onda(r) de Emoción 🌊 (¡Sin Desastres de Plancha!)

Peinados ondas

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Ondas de escándalo: cómo hacer que tu pelo tenga más ritmo que una fiesta en Ibiza (sin que acabe como un pulpo electrocutado)

¿Alguna vez has soñado con que tu pelo se mueva con el mismo ritmo que las olas de la playa o quebrade como una discoteca en pleno verano? Bueno, pues despierta, porque hoy vamos a convertir tu melena en la vida de la fiesta. Las ondas de pelo no son solo para las diosas griegas o las influencers de Instagram; tú también puedes lucirlas sin parecer un pulpo que ha sufrido un cortocircuito.

Primero, el secador de pelo es tu mejor amigo (y también tu peor enemigo si no sabes usarlo). Con un poco de suerte y un peine redondo, podrás crear ondas que harían que hasta un surfista envidie tu estilo. El truco está en no quemarte el cuero cabelludo mientras intentas domesticar tu melena. Recuerda, el aire caliente es para dar forma, pero no para asar un filete. Si te pones a parecer un poodle asustado, estás haciendo algo mal.

Luego, la laca y los productos para el pelo son tus aliados, pero no te vayas de copas con ellos. Un poco de spray de texturizar o un toque de sal marina pueden darle a tus ondas el toque perfecto. Piensa en ello como si estuvieras en la playa: quieres que tu pelo se vea como si acabaras de salir de un chapuzón, no como si te hubiera explotado una bomba de arena en la cabeza. Y por el amor de todas las cosas buenas, no abuses de la laca, que no estás intentando construir un nido de murciélago.

Los 3 pasos infalibles para ondas que bailan

1. El peine redondo y el secador: la pareja perfecta. Mientras te secas el pelo, envuelve secciones de tu cabello en el peine y dirige el aire caliente hacia abajo. Si te sientes valiente, cierra los ojos y imagina que eres un estilista de moda… pero ábrelos de nuevo antes de quemarte.

2. El spray de texturizar: el mejor amigo de las ondas. Un poco en las raíces y otro poco en las puntas, y listo. Solo recuerda que menos es más, a menos que quieras parecer que has estado luchando contra un huracán.

3. Las ondas con rizadores: la opción para los más atrevidos. Si eres de los que les gusta vivir al límite, coge el rizador y haz bucles que parezcan hechos a mano (aunque en realidad los hagas tú mismo). Luego, péinalos con los dedos para que parezcan naturales. Ojo, no te enrosques demasiado, que no queremos un pulpo en la cabeza.

Las preguntas que te has atrevido a no hacer (pero que todos se hacen)

¿Puedo hacer ondas si tengo el pelo liso como un mantel de hilo?
Absolutamente. Con un poco de práctica y los productos adecuados, hasta el pelo más liso puede parecer que acaba de salir de una discoteca.

¿Cuánto tiempo dura una sesión de ondas?
Depende de cuánto te guste sufrir. Si eres de los que les gusta pasárselo bien, puedes tardar desde 10 minutos hasta una hora, dependiendo de lo ambicioso que seas.

¿Puedo dormir con las ondas y mantenerlas al día siguiente?
Claro, siempre y cuando no te importe parecer un animal salvaje de circo por la mañana. Si te gusta el look «desharrapado», adelante. Si no, mejor lava y vuelve a empezar.

Así que ya ves, las ondas no son solo para las estrellas de cine o las modelos de pasarela. Con un poco de práctica y mucha paciencia, tú también puedes tener un pelo que haga bailar de envidia a más de uno. ¡Así que coge el secador, ponte a trabajar y que la fiesta begin! 🎉

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Ondas que no son una tragedia griega: trucos para que tus rizos no parezcan un nido de pájaros revoltosos

Las ondas perfectas son el sueño de muchas, pero lograrlas sin que parezcan un nido de pájaros en plena temporada de huracanes es todo un arte. Primero, el peinado es clave. Antes de lanzarte a rizar, asegúrate de que tu melena esté bien cepillada, pero no al punto de que quede plana como una tortilla. Un peine de dientes anchos o tus dedos (que, por cierto, son las mejores herramientas de peinado que tienes) serán tus aliados para desenredar sin estrés. Si tienes rizos rebeldes, un poco de spray de texturizador puede ser el milagro que necesitas para que no se te vayan de la mano en cuanto vean un grifo de agua.

Otro truco de oro es dominar el arte del «scrunching». Mientras te secas el pelo con la toalla, no la frotes como si estuvieras intentando hacer fuego, que no estás en un reality de supervivencia. En su lugar, aprieta suavemente con la toalla para absorber el exceso de agua y darle volumen a tus rizos. Luego, aplica un poco de crema rizadora o mousse, y masajéalo bien para que no queden mechones que parezcan haberse independizado de tu cabeza. Si eres de las que usan tenacillas, recuerda que menos es más: riza solo la parte media y las puntas, y déjalo reposar un rato para que no queden marcas de quemado… ni de guerra.

Para que tus ondas no se conviertan en un espectáculo digno de un documental de National Geographic, el toque final es fundamental. Una vez que tus rizos estén listos, pasa tus dedos (¡otra vez ellos!) suavemente para deshacer un poco las secciones más perfectas y darle un look más natural. Si notas que hay algún rizo que se está portando mal, un poco de laca en modo «sostén» (no en modo «concreto») puede ser tu salvavidas. Y si todo falla, recuerda que un sombrero de paja y gafas de sol pueden disimular hasta el peor de los peinados. ¡Y si no, siempre está el clásico «me lo he hecho así a propósito»!

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¿Preguntas que te harías si fueras un pez en el mar de las ondas perfectas?

¿Por qué mis rizos parecen una ensalada de lechuga marchita al día siguiente?
Probablemente porque no los cuidaste lo suficiente. Usa una gorra de seda o un pañuelo de rizo mientras duermes para que no se te vayan de parranda.

¿Cuánto producto es demasiado producto?
Si tus rizos parecen haberse bañado en gelatina, es que has pasado de la raya. Empieza con una pequeña cantidad y ve añadiendo poco a poco, que no es una carrera de resistencia.

¿Puedo rizar mi pelo si tengo la humedad de un bosque tropical?
Sí, pero prepárate para que tus rizos duren aproximadamente lo mismo que un helado en el Sahara. Usa un secador con difusor y un spray antihumedad, y reza un poco.

¡Descubre el cerebro tras el telón: el sistema nervioso central decide si eres un héroe… ¡o un adicto al sofá!

Sistema nervioso central

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El sistema nervioso central: El jefe supremo de tu cuerpo (y no, no acepta currículums)

Imagina un jefe que nunca duerme, controla *absolutamente todo* y tiene un equipo de neuronas correteando como becarios con triple café en las venas. Ese es tu sistema nervioso central (SNC). Con su cuartel general en el cerebro y su socio estratégico –la médula espinal–, dirige cada estornudo, cada paso torpe al tropezar con el felpudo y hasta ese momento incómodo en que tu estómago gruñe en una reunión importante. ¿Demandas laborales? Olvídalo: aquí no hay sindicato que lo ampare.

¿Cómo ejerce su mandato este «CEO orgánico»?

El SNC funciona con la eficiencia de un caos organizado: el cerebro da órdenes (a veces cuestionables, como comerse otra galleta a las 2 a.m.), la médula espinal las transmite (a velocidad «fibra óptica biológica») y los nervios periféricos las ejecutan (con la precisión de un repartidor de apps que olvidó tu dirección). ¿Sabes por qué te quemas al tocar una sartén caliente? Porque el SNC manda un «¡AUXILIO, RETIRA ESO YA!» antes de que te dé tiempo a pensar: es el jefe microgestionador que nunca confía en tu criterio.

Curiosidades que ni tu jefe humano toleraría

El cerebro consume el 20% de tu energía… y el 80% de tus excusas para no ir al gimnasio.
La médula espinal es como un grupo de WhatsApp: si se corta, los mensajes se pierden y las piernas dejan de obedecer.
Las neuronas usan neurotransmisores para comunicarse. Básicamente, son mensajeros químicos que lanzan chismes con la urgencia de un meme viral.

¿Tu jefe interno tiene días de oficina?

¡Preguntas incómodas (que igual te estás haciendo)!

¿Por qué el SNC me juega malas pasadas, como hacerme olvidar las llaves?
Respuesta corta: porque puede. Respuesta larga: procesa 34 GB de datos diarios. Algunos archivos los guarda en «papelera de reciclaje» sin preguntar.

¿El cerebro realmente prefiere el azúcar?
Sí, igual que tú prefieres Netflix antes que lavar los platos. Quema glucosa como si fuera combustible de cohete… o como si estuviera en una fiesta de cumpleaños de neuronas.

¿Puedo ascender a «subjefe» de mi propio sistema nervioso?
Si logras que tu médula espinal escuche tus opiniones sobre dormir más y trabajar menos, avísanos. Mientras tanto, sigue siendo un régimen autocrático con tendencia a procrastinar en TikTok.

Sistema nervioso central: Mitos, verdades y por qué tu neurona favorita merece unas vacaciones

¿Las neuronas saben hacer TikTok? Mitos que te harán cuestionar tu diploma de primaria

¿Crees que el cerebro es como un celular con apps preinstaladas? ¡Error! No, tu sistema nervioso central no viene con Instagram ni tiene modo avión (ojalá). El primer mito es que “solo usamos el 10% del cerebro”. Spoiler: si eso fuera cierto, los exámenes finales serían pan comido. La realidad es que hasta para olvidar las llaves en la nevera, el 100% de tus neuronas están en modo *drama queen*.

Otro cuento chino: “las células nerviosas no se regeneran”. ¡Falso como meme de gatito vegano! La neurogénesis existe, aunque no sea tan rápida como un repartidor de pizza a las 3 AM. Eso sí, si tu plan para “recuperar neuronas” es una noche de tequila y karaoke, mejor ve pensando en adoptar un cactus… te hará más compañía.

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Verdades que duelen más que un golpe en el hueso de la risa

El cerebro consume más energía que un adolescente en crecimiento después de una maratón de videojuegos. ¿Sabías que quema hasta el 20% de tus calorías diarias? Por eso, después de pensar en qué Netflix poner, sientes que corriste un maratón (mental, pero igual pides pizza).

También es cierto que el estrés crónico encoge el hipocampo, la zona de la memoria. Básicamente, tu cerebro dice: “o paras o te quito el recuerdo de tu canción favorita”. Y no, no es chantaje… es biología pura y dura.

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¿Por qué Neurona Pérez necesita un mojito en la playa?

Imagina a tus neuronas como empleados de oficina: sin vacaciones, se vuelven lentas, cometen errores y empiezan a mandar memes en vez de informes. El sueño es su spa particular. Dormir menos de 7 horas es como obligarlas a hacer overtime sin paga extra. ¿El resultado? Niebla mental, torpeza y confundir la sal con el azúcar en el café (crímenes de lesa humanidad).

¿La solución? Actividades que las relajen: caminar, meditar o ver reality shows sin culpa. Sí, hasta *Gran Hermano* sirve si desconectas. Pero ojo: las vacaciones no son para saturar el cerebro con cursos de japonés en línea. Neurona Pérez prefiere una hamaca y cero notificaciones.

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¿Tu cerebro tiene más preguntas que un examen sorpresa?

¿El alcohol mata neuronas? Más bien las pone en huelga. Un par de copas y se niegan a trabajar; excederte y… bueno, ¿has visto cómo caminan los zombies? Mejor no arriesgues.

¿Meditar es útil o es postureo de influencers? La ciencia lo respalda: reduce el estrés y mejora la concentración. O sea, es como un botón de reinicio para que tus neuronas no se queden pegadas como el teclado viejo.

¿Los crucigramas mantienen joven al cerebro? Sí, pero no son magia. Si haces sudokus mientras fumas como chimenea y duermes 3 horas, ni el sudoku más épico salvará a Neurona Pérez de pedir la baja laboral.

¿Puedo “entrenar” mi cerebro para ser Einstein? La neuroplasticidad tiene límites. Puedes mejorar habilidades, pero si no naciste con el chip de la física cuántica, no insistas. Acepta tus talentos: quizás eres el próximo rey del karaoke, no de la relatividad.

¿Las siestas cuentan como vacaciones neuronales? ¡Claro! 20 minutos de siesta y tus neuronas renacen como el fénix… aunque si roncas, mejor no invites a nadie a tu “retiro espiritual”.

David de Jorge: el cocinero que sabe más que una cuchara en salsa (¡y sus secretos entre fogones te dejarán sin sartenes!) 🧑🍳

Cocinero david de jorge

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¿Por qué el cocinero David de Jorge tiene más fuego que una parrillada en agosto?

El secreto está en su sazón (y en su labia)

David de Jorge no necesita gasolina para prender la chispa; le basta con un cuchillo, una sartén y una cámara. Mientras el resto cocina, él organiza un espectáculo pirotécnico con albóndigas. Si un asador en agosto suda, David hace sudar al mismísimo sol. ¿El motivo? Su energía es una mezcla explosiva: 50% chef, 30% showman y 20% tornado con delantal. Si las parrilladas chisporrotean, él tiene un reactor nuclear en cada frase.

No es calor, es fusión nuclear en la cocina

Imagina un chuletón a la brasa. Ahora imagina que el chuletón grita “¡viva la vida!” mientras salta entre llamas. Ese chuletón es David. Mientras otros cocineros miden temperaturas, él las invita a salir de fiesta. Sus platos no se cocinan: se libertinajean. Entre sus fogones no hay hornillas, hay antorchas olímpicas. ¿Resultado? Cada receta suya tiene más potencia que un verano en Sevilla.

El fuego no se apaga ni con cubo de agua

¿Por qué triunfa? Fácil: mientras tú quemas la carne, él quema el protocolo. Sus programas de TV no son tutoriales, son heavy metal culinario. Si una parrillada en agosto dura tres horas, David podría darle tres décadas sin pestañear. Por algo le llaman «Robin Hood de las calorías»: roba dieta equilibradas y reparte croquetas con aura místico.

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¿David vs. Barbacoa? Preguntas que arden

  • ¿Es cierto que su sonrisa derrite el queso de las hamburguesas? Sí, y también congela a los críticos gastronómicos. Es un fenómeno físico sin explicación.
  • ¿Alguna vez ha quemado una receta? Nunca. Las llamas se disculpan y se retiran cuando él entra a la cocina.
  • ¿Qué pasa si David enciende una parrilla en agosto? La NASA lo declara «nuevo sol del sistema solar». Y la carne queda jugosa, eso sí.

Bonus track: curiosidades que explican el mito

– Su primer juguete fue un mechero Bunsen.
En su infancia, los bomberos le hicieron un álbum de fotos.
Su bebida favorita no es el vino: es el líquido de las botellas extinguidoras (para calmar la sed de las llamas).

¿Te quemaste con estas dudas?

¿Por qué no le sacan una estatua de carbón? Porque sería un peligro público: la gente intentaría hacer grill cada vez que pasa.
¿Alguna vez logró apagarse? Solo una vez, cuando descubrió que el wasabi no es un postre. Fue un día triste para la humanidad.
¿Qué le diría a una parrillada en agosto? «Aprieta, churrasco, que la competencia soy yo». Y la parrillada, humilde, se convierte en ensalada.

Cocinero David de Jorge: el único que sazona con rock & roll y desobediencia creativa

Si la cocina tuviera un escenario principal, David de Jorge sería el chef que llega con una guitarra eléctrica en una mano y un cucharón en la otra. Este tipo no sigue recetas; las incendia. Imagina un riff de Led Zeppelin convertido en salsa: caótico, intenso y con un punto de genialidad que hace que hasta el comensal más serio suelte un “¡@&#%, esto está bueno!”. Sus platos no se sirven, se actúan, y si algo sale demasiado perfecto, seguro le echa vinagre para desequilibrarlo. Porque aquí lo aburrido muere en la parrilla.

¿Desobediencia creativa? David es el James Dean de los fogones. Mientras otros miden milímetros al cortar verduras, él parte cebollas a mordiscos (metafóricamente… o no). Si un protocolo dice “nunca mezcles chocolate con anchoa”, él organiza un matrimonio entre ambos y les saca una canción punk. Sus menús son como un setlist: impredecibles, con solos de sabor y algún que otro escándalo gastronómico. Y sí, si pudiera, probablemente serviría el postre en una patineta. Spoiler: ya lo ha intentado.

¿Y el rock & roll? No es postureo. David cocina a volumen máximo, con la misma energía de un baterista de Metallica destrozando platillos. Sus cuchillos no cortan, desgarran, y sus sartenes chisporrotean como un amplificador sobrecargado. Entre sus utensilios, seguro hay uno llamado “Fender” y otro “Gibson”. Y si un día la cocina se queda en silencio, que no te sorprenda verlo prender fuego a una tabla de cortar solo para mantener el ritmo. Porque sin ruido, sin caos, sin una pizca de anarquía… ¿qué gracia tiene vivir?

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¿Tienes dudas? Aquí las quemamos a fuego alto:

¿David de Jorge usa batidora o bajo eléctrico?
Las dos. Si no sale humo del electrodoméstico, es que no está enchufado correctamente.

¿Algún día seguirá una receta al pie de la letra?
Sí, en el diccionario, bajo la voz “aburrimiento”. Lo tiene tachado con spray.

¿Sus platos provocan éxtasis o tinnitus?
Los dos. Si no terminas con los sentidos alterados y un zumbido en los oídos, reclama tu dinero (spoiler: no te lo devolverá).

¿Qué hace si un crítico le pide “menos rock y más clásico”?
Le sirve un filete envuelto en una partitura de Mozart… y lo prende fuego con una cerilla.

¿Algún ingrediente prohibido en su cocina?
El silencio. Y el perejil decorativo. Eso es crimen de guerra.

El Bar España en Palma: ¡Descubre su encanto!

Bar espanya palma

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La ruta de los bares más molones de Palma de Mallorca

Si eres de esos que creen que la vida nocturna de Palma se resume a turistas con sombreros de fiesta y mojitos de litro, prepárate para que te desmontemos ese mito. La capital mallorquina esconde algunos de los bares más molones de todo el Mediterráneo, lugares donde el arte de mezclar, el ambiente bohemio y la originalidad se dan cita. Empezamos nuestra ruta en Bar El Cuerno, un clásico de la ciudad que bien podría ser el personaje más peculiar de una novela de Galdós. Con sus paredes llenas de cornamentas (de ahí el nombre, no es que te vayan a cornear) y su clientela de vecinos del barrio, este local es el rey de los gin-tonics y el príncipe de los chistes malos del camarero.

Pero si eres más de ambiente alternativo, Bar San Juan es tu paraíso. Ubicado en el barrio de Santa Catalina, este bar es como el sótano de tu tío cool, el que tiene discos de vinilo, una barba de tres días y un whisky escocés guardado desde la guerra. Aquí no encontrarás cócteles con nombres ridículos ni decoración vintage comprada en IKEA, pero sí una selección de whiskies que harían llorar de envidia a un escocés. Y si al final te entra hambre, no te preocupes, porque en el bar de al lado te sirven las mejores patatas bravas de la isla.

Y para cerrar la noche con broche de oro (o más bien de corcho), Bar Ocho es el lugar perfecto. Este pequeño local en el casco antiguo es como el armario de un estilista: todo está en su sitio, pero con un toque de locura. Sus cócteles son obras de arte, literalmente, porque los sirven en vasos que parecen sacados de una galería de arte moderno. Y no te asustes si el camarero te pregunta si quieres “un beso en el cuello”: no es que se haya enamorado de ti, es que es su especialidad, un cóctel que te dejará tan enamorado como un adolescente en primavera.

¿Cuáles son los bares más molones de Palma? Aquí está la lista

Bar El Cuerno: Donde el gin-tonic es una religión y las cornamentas decorativas son el pan de cada día.
Bar San Juan: El refugio de los amantes del whisky y los que prefieren un ambiente más bien… interesante.
Bar Ocho: Para los que buscan un cóctel que podría expomese en un museo de arte moderno.

¿Preguntas que te has hecho alguna vez sobre los bares de Palma?

¿A qué hora cierran los bares en Palma?
Bueno, si eres de los que piensas que la noche termina a las 3 de la mañana, prepárate para llevarte una sorpresa. Algunos bares cierran a las 6, otros a las 7, y los más rebeldes… no cierran hasta que se acaba el alcohol o la paciencia del camarero, lo que llegue primero.

¿Vale la pena ir a un bar en el centro turístico?
Si te gusta el ambiente de “soy un turista y me lo merezco”, adelante. Pero si prefieres codearte con los lugareños y ahorrar un dinero, mejor lárgate un poco del centro y descubre los bares de los barrios.

¿Es obligatorio pedir un cóctel en Bar Ocho?
No, pero si no lo haces, te perderás de una experiencia que podría cambiarte la vida… o al menos tu forma de ver los cócteles.

¿Puedo pagar con tarjeta en Bar San Juan?
Sí, pero si sacas una tarjeta de crédito dorada, te mirarán raro. Aquí el dinero es para gastarlo, no para lucirlo.

¿Es verdad que en Bar El Cuerno te dan un cuerno como souvenir?
No, pero si te portas bien, el camarero te puede regalar un chiste sobre cornamentas. Y eso, amigo, es mejor que un souvenir.

¿Qué hace que un bar en España sea auténticamente especial?

En España, un bar no es solo un lugar donde pedir una cerveza y un pincho. No, no, no. Aquí, un bar auténtico es una experiencia que te hace sentir como si hubieras nacido y crecido entre tapas y tertulias. **El primer paso para que un bar sea especial es su capacidad para hacerte olvidar que existen las aplicaciones de citas y losdelivery de comida a domicilio**. ¿Por qué? Porque en estos templos del tapeo, el arte de la conversación todavía está vivo y coleando, y el olor a aceitunas y jamón serrano es el perfume de los dioses.

Y luego está el bartender, que no es solo el que te sirve la bebida, sino un psicólogo, un confesor y un filósofo de barrio. ¿Necesitas consejos sobre cómo ligar? Pregúntale al camarero. ¿Quieres saber cuál es el mejor equipo de fútbol de Madrid? Pregúntale al camarero. ¿Te duele el corazón porque te ha dejado tu pareja? Pregúntale al camarero, y si no te da consejos, te dará un chupito de cortesía para que te olvides de tus penas. Ese, amigos, es el verdadero espíritu de un bar auténtico.

Pero no podemos olvidar el ambiente, que es como la salsa secreta de un bar español. Piensa en ello: mesas de formica, sillas que parecen haber sido robadas de un colegio de los años 70, y un televisor en el rincón que emite un partido de fútbol o una película de Berlanga a voz en grito. Y en medio de todo eso, un grupo de amigos discutiendo a gritos sobre si el mejor tinto de verano es el que se hace con Sprite o con Casera. Ese es el auténtico bar español: un lugar donde la pasión, el ruido y el amor por la vida se mezclan en un cóctel que no está en la carta, pero que te deja con la sonrisa tonta durante horas.

¿Y qué hay de la comida?

La comida en un bar español es como la abuela que todos queremos: sencilla, pero que te llena el alma. No esperes nada gourmet ni platos que parezcan obras de arte. Lo que sí encontrarás son patatas bravas que te hacen sudar, croquetas que te recuerdan las de tu infancia, y tortilla de patatas que parece que la ha hecho tu tía en su cocina de siempre. Y si tienes suerte, hasta te darán un plato de aceitunas que parecen haber sido aliñadas con amor (y un poco de maldad, porque te harán beber más).

Y hablando de beber, el tinto de verano es el rey de las bebidas. No, no es solo un refresco con vino tinto. Es una declaración de intenciones: «Hoy me voy a relajar, a disfrutar y a no preocuparme por nada». Y si te atreves a pedirlo con limón, los puristas te mirarán como si hubieras pedido un chupito de aceite de oliva, pero no importa. Tú sigue disfrutando, que la vida es corta.

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¿Qué hace que un bar sea «de verdad»?

Ah, la pregunta del millón. Un bar auténtico es aquel donde no necesitas mirar la carta para saber qué pedir. Sabes exactamente qué vas a encontrar: las mismas tapas que han estado sirviendo desde que nació tu abuelo, los mismos chistes del camarero y las mismas discusiones sobre fútbol que han estado ocurriendo desde que el fútbol existe. Y si eres suerte, hasta te encontrarás con alguien que te cuente la misma broma que te contó la última vez que fuiste, pero a ti te da igual porque te la ríes igual.

Y por último, el bar auténtico es aquel que, cuando te vas, te sientes como si hubieras dejado una parte de ti mismo allí. No sabes si es el alcohol, la comida o el ambiente, pero lo que sí sabes es que vas a volver. Y cuando vuelvas, te sentarás en la misma silla, pedirás lo mismo y te reirás de las mismas bromas. Eso, amigos, es un bar auténticamente especial.

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¿Te has preguntado alguna vez…?

¿Por qué los bares españoles tienen tantas tapas y tan poca carta?
Bueno, porque en España, la comida es un arte, pero también es una excusa para charlar, reír y no preocuparse por nada. Y si tienes que mirar una carta larguísima, te pierdes la mitad de la diversión.

¿Es verdad que los bares españoles abren a cualquier hora?
Pues no, pero parecía que sí. La verdad es que hay bares para cada hora del día: los que abren temprano para el café de los madrugadores, los que se llenan durante el vermú y los que cierran cuando ya no aguantan más.

¿Por qué a los españoles les gusta tanto el tinto de verano?
Porque es la bebida perfecta para cualquier situación: si hace calor, si hace frío, si estás triste, si estás contento… Y además, es la única bebida que puedes pedir sin que nadie te juzgue (mucho).

¿Es cierto que en algunos bares todavía te dan cosas gratis?
Sí, en algunos bares auténticos, te dan aceitunas, chopitos o hasta un poco de pan con tomate. Es su manera de decir: «¡Bienvenido, que te vaya bien y que no te vayas nunca!».