Elapis: ¿el secreto mejor guardado del universo? ¡descúbrelo antes de que desaparezca… o te arrepentirás!

Elapis

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Elapis: ¿la solución mágica que nadie necesitaba (pero todos terminamos comprando)?

Imagina un producto que promete arreglar problemas que nunca tuviste: desde evitar que el pan se ponga duro hasta alejar a los mosquitos usando frecuencias ultrasónicas que solo tu perro escucha. Así nació Elapis, el invento que nos hizo preguntar: «¿En qué momento la humanidad pidió *esto*?». La publicidad decía cosas como «¡Revoluciona tu rutina!», pero la única revolución fue ver a tu tío Luis gastar 80 euros en un aparato que, básicamente, es un posavasos con luces LED.

¿Cómo nos vendieron la moto (y por qué la compramos en cuotas)?

Fue simple: nos bombardearon con testimonios falsamente emocionados de gente en stock videos diciendo: «¡Elapis cambió mi vida!». ¿Cambió qué? ¿Su capacidad de gastar dinero en tonterías? Luego vinieron los influencers, claro. Esos mismos que venden batidos para «desintoxicar el alma» mientras beben Red Bull a escondidas. El kit de supervivencia incluía:

  • Un manual de instrucciones más largo que el Quijote.
  • Una garantía que caduca antes de abrir la caja.
  • El derecho a decir: «Sí, lo tengo… ¿y qué?» en reuniones familiares.

El efecto rebaño: cuando todos corren, tú también tropezarás

La genialidad de Elapis no está en su utilidad, sino en hacernos creer que sin él éramos unos cavernícolas. ¿Tu vecina lo compró? ¡Urgente, antes de que se agote! ¿Tu ex publicó un selfie con él? ¡Ordena dos! Al final, acabamos con un cajón lleno de «soluciones mágicas» que usamos una vez… para grabarlo en TikTok. El verdadero milagro es que, mientras lo desempolvas, piensas: «Bueno, al menos sirve para sostener la puerta».

¿Y ahora qué? Preguntas que todos nos hacemos (pero nadie quiere responder)

¿Elapis realmente no hace *nada*?

¡Claro que sí! Es el mejor ejercicio de autoengaño desde aquella vez que juraste que usarías la bicicleta estática. Eso sí, si lo dejas enchufado, hace un ruidito que podría ahuyentar a los murciélagos. O a tu suegra.

¿Puedo regalarlo discretamente?

Inténtalo, pero cuidado: la caja hace un «¡plop!» al abrirse y suelta confeti. No es discreción, es un trauma postraumático en formato fiesta.

¿Hay esperanza de reventa?

En Marketplace hay 3 millones de Elapis usados, todos con la descripción: «Casi nuevo, solo lo probé para ver si funcionaba (no funciona)». Mejor guárdalo: en 20 años será la pieza estrella de un museo de «Cosas raras que compramos en los 2020».

Cómo sobrevivir a un encuentro con Elapis: guía práctica para no perder la cordura

Paso 1: No hagas contacto visual (sí, como con tu ex en el supermercado)

Si Elapis aparece frente a ti, lo primero es evitar que sus tres ojos se sincronicen con tus pupilas. ¿Por qué? Porque su mirada no solo hipnotiza, sino que también te hace cuestionar tu vida al nivel de un adolescente escuchando reggaetón a las 3 a.m. ¿La técnica? Mira sus rodillas. Sí, las rodillas. Así demuestras “respeto” sin que te conviertas en un zombi filosófico preguntándote por qué pagas Netflix si solo ves memes.

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Lleva siempre un paquete de chicles (o cómo evitar que te recite poemas en latín)

Según testimonios de sobrevivientes, Elapis adora los chicles de menta. Si te pide “compartir un secreto”, ofrece uno. Masticar lo distrae el tiempo suficiente para que huyas. ¿No tienes chicles? Usa lo que sea: caramelos, migajas de galletas, hasta ese ticket del metro que llevas en el bolsillo desde 2019. Eso sí, jamás le entregues una moneda: empezará a predecir tu futuro, y nadie quiere saber cuándo se romperá la lavadora.

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Silba una canción de Spice Girls (en serio, funciona)

Elapis *odia* los ritmos pegajosos de los 90. Si se acerca demasiado, prueba con “Wannabe” o “Say You’ll Be There”. ¿Resultado? Se retorcerá, gritará algo sobre “la decadencia de la música humana” y desaparecerá entre una nube de humo morado. ¿No sabes las letras? Tararea el himno de tu equipo de fútbol, pero cuidado: si desafinas, te obligará a escuchar sus propios beats experimentales. Spoiler: suenan a una licuadora luchando contra un theremín.

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¿Ya te viste enredado? Preguntas que surgen (y que nadie se atreve a hacer en voz alta)

¿Y si Elapis se aparece durante mi reunión de Zoom?
Apaga la cámara y di que tienes “problemas de conexión”. Si insiste en aparecer de fondo, grita “¡Ahora no, Karen!” y abandona la llamada. La confusión lo distraerá.

¿Puedo tomarle una selfie para Instagram?
Técnicamente, sí. Pero cuidado: cada like que obtengas reducirá un año de tu esperanza de vida. Además, ¿de verdad quieres que tu abuela vea eso?

¿Qué hago si me regala un “recuerdo eterno”?
Recházalo amablemente. Si aceptas, te verás obligado a coleccionar piedras pintadas por toda la eternidad. Y nadie tiene espacio para eso en un estudio de 40m².

¿Por qué siempre huele a canela quemada cuando desaparece?
Es su forma de decir “adiós”. O tal vez solo quiere que asocies los muffins con el trauma. La respuesta sigue en debate científico (y en Twitter).

Matilda, la autora prodigio: ¿Cómo una niña de 8 años revolucionó la literatura sin salir de la biblioteca?

Matilda autor

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Matilda autor: ¿el misterioso escritor fantasma que nadie conoce (ni existió)?

Imagina esto: un libro sobre una niña genio que mueve objetos con la mente, escrita por un autor tan invisible como los poderes de la protagonista. Roald Dahl, el nombre que aparece en la portada, siempre negó ser un fantasma… pero ¿y si el verdadero escritor fue un duende bibliófilo o un pulpo con máquina de escribir? La teoría conspiranoica dice que “Matilda” es demasiado brillante para haber salido de un humano común. ¿Acaso un ser interdimensional se coló en la casa de Dahl, escribió el manuscrito y desapareció dejando solo migajas de galletas y tinta morada? Misterios sin resolver, gente.

Teorías locas (o no tanto) sobre el autor fantasma

  • Opción A: Un niño prodigio de 6 años que, aburrido de hacer ecuaciones cuánticas, decidió escribir una novela antes de la hora de la siesta.
  • Opción B: La mismísima Matilda, que escapó del libro usando sus poderes telepáticos para publicar su biografía en los años 80.
  • Opción C: Un grupo de profesores rebeldes que querían vengarse de la Trunchbull… ¡y usaron a Dahl como testaferro literario!

Roald Dahl, por su parte, jamás confirmó nada. ¿Sabes lo que hizo? Se limitó a sonreír en las entrevistas mientras comía chocolate (como buen amante de la fábrica de Willy Wonka) y dejó que el mito creciera. ¿Pruebas? Cero. ¿Razones para dudar? Miles. Por ejemplo: ¿cómo alguien que escribió sobre gigantes comeinfantes pudo idear a una niña que lee a Dostoyevski a los 4 años? Sospechoso. ¿Y si todo fue un montaje de la CIA para promover la lectura en la Guerra Fría? *suena música de Expediente X*

¿Quién diablos escribió Matilda? Preguntas que te quitan el sueño (y Dahl no responde)

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¿Por qué nadie ha visto al “verdadero autor”? Simple: igual usa una capa de invisibilidad o se transforma en libro. Si es un fantasma, seguramente está ocupado dando sustos en bibliotecas abandonadas.

¿Hay testigos? Sí. Un vecino de Dahl juró haber escuchado risitas y máquinas de escribir a las 3 a.m. Pero también decía que los extraterrestres le robaban calcetines, así que… *duda en modo ON*.

¿Y si fue el gato de Dahl? Tiene sentido: a los felinos les encanta caminar sobre teclados. Quizá “Matilda” es la obra maestra accidental de un minino con sueños literarios. *Premio Nobel para Whiskers, por favor*.

Mientras tanto, el libro sigue vendiéndose, adaptándose al cine y haciendo creer a los niños que pueden telequinetizar el pastel de chocolate. ¿Autor real? Qué más da. Al final, lo importante es que la historia existe… aunque sea obra de un unicornio ninja anónimo. *guiño*

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Matilda autor: la búsqueda viral que hasta Roald Dahl respondería con cara de poker

¿Qué demonios pasa con buscar «Matilda autor» en Google? ¡Si el libro tiene más años que el chiste de la gallina que cruzó la calle! Roald Dahl, el genio detrás de la niña telequinética, debe estar en su tumba haciendo *facepalm* con tanta duda existencial. ¿Acaso la gente cree que Matilda se escribió sola mientras él jugaba al sudoku? El algoritmo de Google está más confundido que un perro en una pista de hielo: ¿por qué tantas dudas sobre quién inventó a la pequeña sabionda? ¿Será que alguien sospecha que en realidad fue Miss Trunchbull usando un seudónimo?

¿Por qué la gente busca «Matilda autor» si todos sabemos que fue Roald Dahl?

La teoría más absurda (pero viral) es que hay *millennials* que descubrieron la película de 1996 en TikTok y juran que es un «clásico nuevo». Otros creen que, como Dahl ya no está para firmar autógrafos, la duda es una conspiración de los editores para vender más ediciones «retro». Y no olvidemos a los que confunden autor con actor: «¿Matilda la escribió Danny DeVito?». Por favor, alguien que les explique que dirigir ≠ escribir, ¡que esto no es un meme de Bob Esponja!

El efecto Matilda: cuando el personaje eclipsa hasta al escritor

Matilda es tan icónica que hasta su creador queda en segundo plano. Es como si la niña hubiera usado sus poderes para borrar la memoria colectiva sobre Dahl. ¿Cuántos creen que «Matilda» es una historia real adaptada por «alguien»? El caos llega a tal punto que, si buscas «Matilda autor» en Twitter, hay hilos discutiendo si Agatha Trunchbull fue inspirada en la suegra de Stephen King. Spoiler: no, pero ojalá.

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¿Roald Dahl se está riendo desde el más allá? (Y otras preguntas incómodas)

  • ¿Si Roald Dahl viera esto, nos mandaría a leer todos sus libros de una sentada? Seguro. Y añadiría un capítulo extra donde Matilda le enseña a la humanidad a usar Wikipedia.
  • ¿«Matilda autor» es el nuevo «¿Dónde está la biblioteca?»? Sí, pero con menos utilidad y más drama. Si esto sigue, el próximo trending será «¿Quién inventó la rueda?».
  • ¿Algún día la gente recordará que Dahl también escribió «Charlie y la fábrica de chocolate»? Ojalá, pero con suerte, para entonces Wonka ya habrá patentado el chocolate como NFT.

Ahora, si me disculpan, voy a prender una vela virtual por Roald Dahl. Alguien tiene que calmar su espíritu viralizado. 🕯️📚

¿Quién está detrás de ‘Los Futbolísimos’? El misterio del escritor que convirtió goles en best sellers (¡y no es Messi!)

Autor de los futbolísimos

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¿Quién es el autor de los futbolísimos? (spoiler: no es un niño detective disfrazado)

El cerebro detrás del balón (y los misterios)

El genio que inventó a Pakete, Camuñas y ese equipo que resuelve crímenes entre goles se llama Roberto Santiago. No, no es un alias de Mortadelo ni un seudónimo de un adolescente con una gorra de Sherlock Holmes. Es un escritor y director de cine español que, al parecer, tenía demasiadas ideas futbolero-detectivescas para guardárselas. ¿Su superpoder? Convertir un partido de fútbol en un laberinto de pistas, porterías sospechosas y códigos secretos que hasta el Chapulín Colorado se rascaría la cabeza.

De películas a libros: el trayecto de un mago multitasking

Roberto no solo escribe sobre niños que persiguen balones y ladrones. También ha dirigido películas como «El penalti más largo del mundo» (sí, el título lo dice todo). Imagínalo: un tipo que cambia el guion por una novela juvenil como quien se quita las botas de montaña para ponerse unas zapatillas de tacos. ¡Voilà! Así nacieron Los Futbolísimos, una saga que combina fútbol, misterio y más giros argumentales que un partido de la selección en tiempo de descuento.

¿Y si te decimos que tiene otro alter ego literario?

Por si fuera poco, Roberto Santiago también es el culpable de «Los Forasteros del Tiempo», otra serie donde unos hermanos viajan… ¡a la Edad Media! ¿Qué tiene esto que ver con el fútbol? Nada. Y todo. Porque el hombre es como una navaja suiza: escribe de lo que sea, donde sea y cuando sea. Eso sí, sin dejar de lado su obsesión por los enigmas. ¿Se inspiró en su vida real? Quizá. ¿Usa una máquina del tiempo para escribir tanto? Más probable.

¿Te has quedado con más dudas que un portero en un penal?

  • ¿Roberto Santiago jugaba al fútbol de pequeño?

    Seguro que sí, pero no sabemos si era de los que celebraban los goles con una lupa en la mano.
  • ¿Algún día revelará su truco para escribir 20 libros sin despeinarse?

    Apostamos a que tiene una fórmula secreta: 50% café, 30% balones y 20% disfraces de espía.
  • ¿Los Futbolísimos llegarán al cine otra vez?

    Si Roberto sigue escribiendo, hasta tendremos una película donde resuelvan un crimen… ¡en la Luna!

Ahora ya lo sabes: el autor no es un niño, ni un detective, ni un guiño de Agatha Christie. Es un señor con imaginación desbordante y una habilidad inquietante para mezclar penaltis con pistas. ¿Que cómo lo hace? Ese, amigo, es el verdadero misterio.

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El autor de los futbolísimos: desmontando mitos (y no, no es un extraterrestre con superpoderes literarios)

¿Un marciano escribiendo sobre penaltis? Ni de coña

¿Crees que Roberto Santiago llegó a la Tierra en un OVNI con una mochila llena de manuscritos alienígenas? ¡Error! El creador de Los Futbolísimos es tan humano como el que se come un bocata de calamares en el descanso del partido. Nació en Madrid (sí, aquí mismo, sin platillos volantes), estudió Derecho (abogado de día, escritor de noche) y antes de inventarse a Pakete y sus colegas, ya había escrito guiones de cine. Su superpoder: mezclar risas, misterios y tarjetas rojas como si fueran gominolas.

¿Mitos que caen hoy? 1. No tiene una máquina del tiempo para escribir 20 libros en 10 años. 2. Tampoco duerme colgado como un murciélago (que sepamos). 3. Su secreto real: disciplina, café a raudales y una imaginación que haría palidecer a un guionista de Netflix. ¿Extraterrestre? Más bien terrestre con chispa y una libreta llena de ocurrencias.

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“Pero si escribe solo para niños”… ¡Ja! (y otros bulos desinflados)

Ah, el clásico: “Son libros infantiles, esto lo hace mi sobrino de 7 años con una caja de ceras”. Noticia de última hora: enganchan a adultos como churros en domingo. ¿Pruebas? Abuelos leyendo a escondidas bajo la manta, padres robándoles los tomos a sus hijos y profesores que usan a Toni, Angustias y el resto de la pandilla para explicar matemáticas (sí, con goles de por medio). Si crees que es “solo fútbol”, te has perdido: tramas de detectives, enigmas sociales y diálogos más ágiles que un regate de Messi.

Y ojo, que Roberto no es un lobo solitario. Trabaja con editores, ilustradores (¿has visto los dibujos de Enrique Lorenzo?) y un ejército de correctores que evitan que Pakete acabe resolviendo un crimen en Marte. ¿Inspiración? Más sudor que iluminación cósmica: borradores, reescrituras y horas de darle al coco como si fuera la prórroga de una final.

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¿Y si en realidad es un robot? Preguntas que nadie hizo (pero igual respondemos)

¿De dónde salen tantas ideas?
Del mismo lugar que tus memes favoritos: observando el mundo. Partidos del barrio, conversaciones en el autobús, ese compañero que siempre lleva calcetines desparejados… ¡Todo vale!

¿Alguna vez se le han acabado las historias?
Imposible. Mientras existan niños que jueguen al fútbol y adultos que olviden dónde dejaron las llaves, habrá material. Eso, y una imaginación que no entiende de límites (ni de fuera de juego).

¿Escribe en pijama o con traje de etiqueta?
La respuesta correcta es: con lo que tenga a mano. Rumores no confirmados dicen que una vez redactó un capítulo entero usando solo calcetines de Superman. ¿Mito o realidad? Quién sabe… ¡Pero no descartes nada!


¿Quedan dudas? Roberto Santiago es 100% humano (o eso nos hace creer). Si ves luces raras cerca de su casa, avisa… ¡Podría ser el brillo de su próxima idea! ⚽👽

¡Salsa pimientos piquillo sin nata: el secreto cremoso (¡y vegano!) que seduce hasta al más escéptico! 🍴💃

Salsa pimientos piquillo sin nata

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La salsa de pimientos del piquillo sin nata: ¡el héroe bajo en calorías que tu nevera necesitaba!

¿Cansado de salsas que prometen ser light pero tienen más trampas que un político en año electoral? La salsa de piquillo sin nata llega para salvar tus platos (y tu conciencia). Con menos calorías que un suspiro de monja, este líquido rojo y seductor es el Clark Kent de los aderezos: se pone sobre una tostada, un pescado a la plancha o incluso un zapato viejo (no lo hagas) y ¡zas!, todo sabe a gloria sin sumar centímetros a tu cinturón. ¿El secreto? Cero nata, todo sabor. Los pimientos del piquillo, ajo, aceite de oliva y unas hierbas que ni tu abuela sabría nombrar. ¡Hasta el tupper más aburrido levanta el vuelo con esta salsa!

¿Y por qué debería ficharla?

Porque es más versátil que un actor de doblaje. ¿Quieres ejemplos? Ahí van:
Pasta «yo sí me cuido»: Mézclala con espirales integrales y atún. Boom, cena en 5 minutos que no te hará llorar en la báscula.
Dip «sálvame, estoy aburrido»: Úntala en palitos de zanahoria o apio. Hasta los crudités dejarán de mirarte con desprecio.
Carne «adiós, sosa»: Marinar pollo o cerdo con esta salsa es como ponerle un traje de luces a un ladrillo. ¡Hasta el tofu se pondría firme!

Y por si fuera poco, aguanta en la nevera como un campeón. No se pone mala, no ocupa espacio y no te juzga cuando abres la puerta a las 3 a.m. buscando algo que no sean galletas. ¿Lealtad? Esta salsa la define mejor que tu perro cuando hueles a jamón.

¿Preguntas? La salsa responde (y sin spoilers)

¿De verdad no lleva nata?
¡Cero, zilch, nada! Si encuentras algo cremoso, revisa la etiqueta… o tu nevera. Quizá se coló un yogur griego por error.

¿Y si odio cocinar?
Abre el bote, remueve y listo. Hasta un niño de 5 años podría usarla (pero no le des el bote, que luego pintan la pared).

¿Funciona en «operación bikini»?
Sí, pero no la bebas directamente. Aunque con esos 30 kcal por cucharada, casi da igual. ¡Hasta el agua tiene envidia!

¿Y si soy team «picante»?
Añádele guindilla o tabasco. La salsa de piquillo no se ofende… pero tú vigila, que luego la lengua pide auxilio.

¿Sirve para ligar?
Depende. Si tu cita odia los pimientos, mejor llévate chocolates. Pero si le gusta lo bueno, ¡este es tu wingman en formato salsa!

Adiós a las cremas pesadas: cómo hacer salsa de pimientos del piquillo sin nata (y que sepa a gloria)

¿Cansado de salsas que parecen ladrillos líquidos? Olvídate de la nata y sus efectos «siesta obligatoria». La salsa de pimientos del piquillo puede ser ligera, vibrante y más sabrosa que el chisme del vecino. El truco está en usar ingredientes que jueguen al escondite con tu paladar: aceite de oliva virgen extra (que no sea de juguete), ajo tostado y un chorrito de vinagre de Jerez para dar ese puntazo *«¿qué me has puesto aquí?»*. Si quieres cremosidad sin lácteos, añade miga de pan remojada en agua. ¡Sorpresa! Tu estómago no tendrá que contratar a un equipo de rescate.

Ingredientes que no son abuelos cebolletas

  • Pimientos del piquillo (12 unidades, que no sean de la Edad del Hielo).
  • Aceite de oliva virgen extra (el que escondes de los invitados).
  • 1 diente de ajo (o dos si te gusta ahuyentar vampiros y citas románticas).
  • Vinagre de Jerez (1 cucharada, para dar vidilla).
  • Miga de pan (la del final de la barra, esa que nadie reclama).

Pasos más fáciles que explicar TikTok a tu tía

Primero, sofríe el ajo en aceite hasta que esté más dorado que un influencer en Ibiza. Luego, añade los pimientos escurridos (¡nada de nadar en su jugo!). Tritura todo con la miga de pan hidratada y el vinagre. Si queda más espeso que un drama de telenovela, corrige con agua caliente. ¡Voilà! Tienes una salsa que funciona con pescado, pasta o hasta para mojar el pan mientras nadie te ve.

¿Y si no tengo miga de pan? ¡Socorro!

No entres en pánico: un puñado de almendras molidas o un chorrito de leche de coco (sí, la que usas para presumir en el café) también valen. Eso sí, si pruebas esto y no te gusta, revisa tus papilas gustativas. Avisado quedas.

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Preguntas que nadie hace pero todos piensan

¿Puedo congelar esta salsa o es un crimen contra la humanidad?
Congélala sin miedo. Si queda algo raro al descongelar, échale la culpa al microondas y sigue con tu vida.

¿Sirve para acompañar cerveza?
Amigo, esto sirve hasta para untar en la tostada de las 3 a.m. después de salir de fiesta. Versatilidad nivel diosa.

¿Y si le pico un chili para darle emoción?
¡Adelante! Pero si luego necesitas un extintor lingual, recuerda: te lo advertimos (no, en realidad no).

¿Qué se esconde a 12ft de altura? ¡Descubre el misterio que hará volar tu curiosidad… y quizás también tus calcetines!

12ft

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12ft: ¿el trampolín digital para saltar paywalls o el aguafiestas de los periodistas?

¿Un Houdini virtual o el enemigo público número 1 de las suscripciones?

Imagina esto: estás a punto de leer ese artículo viral sobre «por qué los gatos gobiernan Internet», pero ¡zas! Un paywall te bloquea como si fueras un espía hackeando la CIA. Aquí entra 12ft, el «quitanieves digital» que promete despejar el camino. ¿Magia? No, solo un truco de URL que hace desaparecer muros de pago como por arte de bikini (sí, con «k», porque esto es travesura tecnológica). Los usuarios lo ven como el Robin Hood de los lectores, pero los medios lo miran peor que si les hubieras comido el último croissant de la redacción.

La guerra fría entre clicks y billetes

Mientras tú festejas leyendo contenido premium gratis como un pájaro en un festival de migas, los periodistas fruncen el ceño más que un hipster en una tienda de mainstream. La ecuación es simple:
– 🔥 12ft gana puntos por democratizar el acceso a la información
– 💸 Los medios pierden puntos como en un juego de Tetris con sus modelos de negocio
¿Es esto ético? ¿Legal? ¿Una jugarreta del destino? El debate está más caliente que un smartphone con 50 pestañas abiertas. Eso sí, nadie discute que es más fácil encontrar a Nessie que lograr que la gente pague por noticias online voluntariamente.

¿Y si en vez de villano es un termómetro de la desesperación digital?

Algunos argumentan que 12ft simplemente expone el elefante en la habitación: si tu contenido vale, la gente pagará (aunque sea por no ver anuncios de *»este truco de abuelitas para quitar arrugas»*). Otros contraatacan diciendo que es como colarse en el cine con un telescopio desde el edificio de enfrente. Mientras tanto, los creadores se rascan la cabeza buscando formas de monetizar que no sean más intrusivas que un suegro opinando sobre tu crianza.

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¿Te estás haciendo estas preguntas? (nosotros también)

¿Es 12ft legal o me van a mandar a la cárcel de los memes?
Técnicamente, es como usar una escalera para ver sobre la valla del vecino: no ilegal, pero a ellos les dará un sarpullido existencial.

¿Los periodistas me van a odiar si lo uso?
No más de lo que odian los errores de tipeo en sus propios tuits virales. Pero ojo: si abusas, tu karma podría terminar peor que el de la persona que inventó las ventanas emergentes.

¿Hay forma de que los medios atrapen a 12ft?
Es el gato y el ratón 2.0. Algunos sitios ya bloquean el truco, pero aparecen nuevas herramientas más rápido que filtraciones de trailers de Marvel.

¿Debería sentirme culpable o celebrar como si fuera gratis?
Ah, la pregunta del millón. Si te sirve de consuela, piensa que al menos no estás usando Internet Explorer para hacerlo. Eso sí sería un crimen contra la humanidad.

12ft y el arte de leer noticias sin pagar: ¿héroe villano o simplemente «altura» de ingenio?

Imagina a Robin Hood, pero en vez de arco y flechas, usa una extensión de Chrome. 12ft.io es ese amigo que te salva del muro de pago como si fuera un trampolín olímpico para saltar vallas digitales. ¿Es un héroe? Para el que quiere leer un artículo sobre “cómo hacer pan sin gluten usando solo un secador de pelo” sin vender un riñón, sí. ¿Es un villano? Pregúntale al medio de comunicación que ve cómo su contenido se esfuma como el Wi-Fi en un sótano. La realidad: es más astuto que un estudiante copiando en un examen online.

La discusión ética aquí pica más que una camiseta de lana en verano. ¿Robar o redistribuir? Los periodistas necesitan comer (y no, las palabras no se digieren). Pero también es verdad que muchos portales abusan de los paywalls como si fueran máquinas tragaperras. 12ft desnuda ese juego: ¿por qué pagar por una noticia que luego resulta ser un anuncio de *“las 10 mejores cremas para hemorroides”* con dos párrafos de relleno? Eso sí, usarlo es como hacer dieta pero esconderse para comerse un donut: todos lo hacen, pero nadie lo presume en LinkedIn.

El verdadero chiste es que 12ft no hackea nada, solo juega al escondite con el código. ¿Cómo? Pues imitando a Google Bot, ese ente misterioso que los sitios web tratan como realeza porque les da visibilidad. O sea, la herramienta es básicamente un “disfraz de robot” para colarse en la fiesta VIP de los artículos. ¿Ingenioso? Como ponerle ruedas a la cama para evitar tenderla. ¿Polémico? Más que un meme de política en Navidad.

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¿Te quedaste sin preguntas? Aquí tienes respuestas (y algún chiste malo)

  • ¿Es legal usar 12ft?

    ¡Ah, la pregunta que haría sudar a un abogado en una sauna! Técnicamente, no “roba” contenido, solo muestra lo que ya está público. ¿Es ético? Eso depende de si te da remordimiento leer un artículo sin pagar… como cuando cogías caramelos de la tienda a los 7 años.
  • ¿Los medios pueden bloquear 12ft?

    Algunos lo intentan, pero es como ponerle puertas al campo… o al internet. Cada vez que actualizan sus defensas, alguien inventa una escalera más alta (¿13ft, quizás?).
  • ¿Hay alternativas “legales”?

    ¡Usa el modo incógnito! O haz como los influencers: lee el titular, inventa el resto y cuélalo como si fueras experto. Total, el 60% de Twitter funciona así.

Ah, y por si te lo preguntas: no, 12ft no sirve para saltar la fila del supermercado. Aunque si lo logras, patentalo y nos repartimos las ganancias.