Foto extraida del video de Youtube
Cómo sobrevivir a una fiesta de los años 20 sin que te confundan con el camarero
Vístete como un magnate, no como el que sirve el champán
La clave está en los detalles, amigo. Si tu traje negro de dos piezas parece salido de un armario compartido con Alfred, el mayordomo de Batman, estás en peligro. Los camareros de los años 20 llevaban chaqueta negra, corbatín y guantes blancos. Tú, en cambio, necesitas un traje con rayas, chaleco de seda estampado o, si te sientes salvaje, un smoking con solapas de satén. Añade un sombrero fedora ladeado (como si acabaras de ganar una partida de póker) y un reloj de bolsillo. Si alguien te pide un canapé, saca el reloj, mira la hora y di: *“Lo siento, tengo una cita con el jazz y una copa prohibida”*.
Accesorios: tu escudo contra las confusiones absurdas
Un camarero jamás llevaría:
- Una boquilla de oro para cigarrillos (a menos que sirva mojitos en La Habana).
- Gemelos con incrustaciones de… lo que sea. ¿Vidrio? ¡Da igual! ¡Brillan!
- Un bastón con cabeza de lobo. Sí, es excesivo, pero nadie le pide a Indiana Jones que llene su copa.
Si te aburres, sacude el bastón y grita *“¡Charleston emergency!”* mientras te retiras a la pista de baile. Eso sí: si llevas una bandeja, aunque sea para sostener tu ego, estás perdido.
Postura y actitud: si caminas como pato, te tratarán como pato
Los camareros de la época se movían como ninjas entre la multitud: silenciosos, eficientes y con una sonrisa de *“sí, señor, el hielo viene aparte”*. Tú, en cambio, debes ocupar espacio. ¡Eres el protagonista! Apoya un pie en cualquier superficie elevada (un taburete, una mesa, un gramófono) y narra una historia falsa sobre tu encuentro con Al Capone. Si alguien te interrumpe para pedir un martini, responde: *“Yo tomo los pedidos… en forma de acciones de la bolsa”*. Y si todo falla, grita *¡Prohibición!* y corre hacia el bar. La confusión será épica.
¿Y si todo sale mal? Preguntas incómodas (con respuestas ingeniosas)
— “Oye, ¿me traes otro cóctel?”
*— “Claro, pero antes firme este contrato: mi servicio cuesta el 10% de sus acciones en la fábrica de automóviles.”*
— ¿Y si me piden que recoja los vasos vacíos?
*— Empújalos suavemente hacia el camarero más cercano y susurra: “Mi sindicato no me permite hacer horas extras”.*
— ¿Qué hago si, sin querer, termino con una bandeja en la mano?
*— Activa el modo “magnate borracho” y ofréceles a todos… ¡inversiones en tu nueva empresa de aspiradoras eléctricas! (Spoiler: no existían, pero ellos no lo saben).*
— ¿Y si el anfitrión me llama “nuevo empleado”?
*— Responde: “Gracias, pero mi sueldo exige un apartamento en Park Avenue y un loro que hable francés”. Luego escóndete tras la persona que lleve más plumas en el vestido.*
El secreto para ser el gangster más vintage de la pista (y que tu bigote no te delate)
Bigote de contrabando: cómo domar esa bestia facial
Si tu bigote parece un gato electrocutado, no eres gangster, eres un *experimento fallido de Tesla*. La clave está en la cera de abejas vintage (nada de gominas modernas que huelen a discoteca barata). Unta solo lo necesario: quieres un mostacho que diga «soy peligroso», no «acabo de comerme un churro». ¿El truco? Peina hacia los lados, nunca hacia arriba. A menos que quieras parecer un cepillo de dientes con aspiraciones.
El traje: tu arma letal (y no, el pijama de rayas no cuenta)
Un gangster vintage no se viste, se *arma*. Busca un traje de tres piezas que corte siluetas más afiladas que una navaja de afeitar. Los colores: gris marengo, azul medianoche o, si te sientes rebelde, verde musgo. ¡Nada de estampados de flores! Eso es para jardineros con sueños de grandeza. Y atención: los tirantes son obligatorios. El cinturón es para turistas que llevan calcetines con sandalias.
- Zapatos de dos tonos: si no crujen al caminar, no valen.
- Pañuelo de seda: para limpiar huellas dactilares… o lágrimas de rivales.
- Reloj de bolsillo: porque mirar el móvil arruina el aura de mafioso elegante.
Actitud: si te sonrojas, pierdes
Puedes tener el look perfecto, pero si sonríes como un *conejillo de Indias en una primera cita*, te delatarás. Practica la mirada de hielo derretido: firme, pero con un toque de sorna. Al bailar, nada de twerking; solo vals chicago-style y pasos que pisoteen el ego de la competencia. Y recuerda: un gangster no pide permiso para entrar a la pista. La pista le pide permiso a él.
¿Tu bigote está listo para el interrogatorio? (Preguntas que ni Eliot Ness se atrevería a hacer)
—¿Y si sudo como alarma antincendios y la cera se desliza?
Respuesta rápida: lleva un pañuelo de lino en el bolsillo. No para limpiarte, sino para ajustar el bigote con *discreción letal*.
—¿Qué hago si mi bigote crece más lento que un glaciar?
Fácil: invierte en un *kit de supervivencia* con aceite de ricino (sí, el mismo que usaba tu abuela) y paciencia. O adopta una sombra de barba de cinco días… y llámala «estilo testigo protegido».
—¿Puedo llevar rayas horizontales si soy más ancho que un refrigerador?
Solo si quieres que te confundan con un *pijama ambulante*. Opta por rayas verticales y telas que fluyan como el whisky clandestino. Y nada de tallas ajustadas: la elegancia está en el espacio para esconder… ejem, *artículos de negocios*.