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Foto extraida del video de Youtube
Este cura no es mi padre: ¿Y ahora quién me bautiza?
Imagina la escena: estás en la iglesia, listo para el bautizo, y de repente te das cuenta de que el cura que está ahí no es el que esperabas. ¿Qué haces? ¿Te vas corriendo? ¿Improvisas un bautizo express con agua de la pila de los santos? Tranquilo, no hace falta que llames a Noé para que te prepare el arca. El bautismo no depende de un cura en particular, sino de la Iglesia como institución. Así que, aunque el padre Pedro no sea el que esperabas, el sacramento sigue siendo válido.
Ahora bien, si te preocupa que el cura de turno no sea el más carismático o no sepa tu nombre, relájate. Lo importante es el sacramento, no el show. A menos que el cura decida bautizarte con un chorro de agua bendita a presión, todo debería ir bien. Y si te preocupa la foto del recuerdo, siempre puedes pedirle que se ponga de perfil o que sonría un poco más. Al fin y al cabo, es tu día, ¿no?
Por último, si te quedas con la duda de si el bautizo fue válido o no, recuerda que la Iglesia tiene un montón de reglas, pero también un montón de flexibilidad. Mientras el agua corra y las palabras mágicas se digan, estás cubierto. Así que, si el cura no era el que esperabas, no te preocupes. Lo importante es que ya tienes tu pase VIP al cielo.
¿Y si tengo más dudas? Aquí te las resolvemos
– ¿Puedo elegir al cura que me bautice? Claro, pero si no está disponible, no pasa nada. La Iglesia no es un restaurante donde pides al chef.
– ¿Qué pasa si el cura se equivoca en el ritual? A menos que te bautice con Coca-Cola, el sacramento sigue siendo válido.
– ¿Puedo bautizarme yo mismo? No, amigo. Necesitas a alguien que te eche el agua y diga las palabras. A menos que seas mago, mejor déjalo en manos de un profesional.
Este cura no es mi padre: La confesión más divertida de la historia
Imagina entrar en un confesionario, arrodillarte y empezar a soltar tus pecados como si no hubiera un mañana. Todo normal hasta que, de repente, te das cuenta de que la voz al otro lado no es la del padre Juan, sino la de un señor que claramente se equivocó de sitio. «Este cura no es mi padre», piensas, mientras el hombre al otro lado intenta explicarte que solo estaba buscando el baño. La confesión más inesperada de la historia acaba de comenzar, y tú eres el protagonista involuntario de este desastre cósmico.
El supuesto «cura» intenta mantener la compostura, pero es imposible no reírse cuando te pide que le cuentes más sobre eso de «haber robado un chicle en quinto de primaria». La situación se vuelve tan absurda que hasta te planteas si deberías pedirle consejo sobre cómo disculparte con tu madre por no haber devuelto ese dinero que te prestó en 2012. El confesionario se convierte en un reality show improvisado, y tú estás a punto de ganar el premio al mejor guionista de comedia involuntaria.
Cuando finalmente aparece el verdadero padre Juan, el silencio incómodo es tan denso que podrías cortarlo con un cuchillo. El pobre hombre intenta retomar la confesión como si nada hubiera pasado, pero es imposible no soltar una carcajada. «Este cura no es mi padre» se convierte en tu frase favorita para contar en las reuniones familiares, y el pobre señor que solo quería ir al baño probablemente todavía se ríe cada vez que pasa por una iglesia.
¿Qué preguntas te quedan después de esta confesión épica?
- ¿El señor del baño también recibió la absolución? Porque, técnicamente, él también se confesó de algo: su sentido de la orientación es un pecado capital.
- ¿El padre Juan ahora tiene un letrero que dice «Confesionario, no es el baño»? Para evitar que alguien más intente confesarle su amor por los chicles robados.
- ¿Te dieron un premio por la confesión más original? Porque mereces algo más que tres avemarías por semejante actuación.