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Foto extraida del video de Youtube

El jardín secreto de albolote: ¿descubrimos juntos el escondite o lo guardamos bajo llave (y quizás un dragón)?

El jardín que susurra (y a veces ruge como dragón en hora de la siesta)

¿Imaginas un lugar donde los geranios tienen más chismes que un grupo de vecinas en rebajas? El jardín secreto de Albolote es eso y más: un rincón que algunos juran existe, otros dicen que es leyenda y los más listos… ¡ni confirman ni desmienten! ¿Por qué? Porque si de verdad hay un dragón custodiando rosales, mejor no tentar al destino. Eso sí, corre el rumor de que el bicho escupe fuego solo cuando ve a alguien con chanclas y calcetines (alerta, turistas despistados).

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¿Abrimos el mapa del tesoro o lo quemamos con alpiste de fénix?

La gran duda: ¿compartir la ubicación o convertirnos en guardianes de este Grial botánico? Opción A: publicar coordenadas en Instagram y ver cómo el sitio se llena de influencers posando entre tomillos. Opción B: dejar pistas falsas tipo “gira en la tercera palmera que veas y silba el himno de Pokémon”. ¡Atención! Si eliges la opción dragón, recuerda adiestrarlo para que no se coma a los repartidores de paquetes. Lista de supervivencia básica:
– Un frasco de agua de azahar (por si el dragón tiene acidez).
– Un sombrero de aloe vera (protección solar y snack de emergencia).
– Un contrato en piedra que diga: “No pisar los claveles”.

Secretos, mentiras y margaritas que predicen el futuro

Dicen que si arrancas un pétalo de la Margarita Mágica de Albolote, esta te susurra cosas como: “mañana lloverá… pero solo sobre tu ex”. El jardín está lleno de estos fenómenos: hiedras que crecen en forma de emoji, fuentes que escupen tinto de verano los viernes y bancos que se mueven solos (o eso cuenta la abuela Manuela después de su tercer carajillo). ¿Verdad o fantasía? Quién sabe, pero si encuentras un cartel de “prohibido pasar… a menos que traigas magdalenas”, ya estás avisado.

¿Te muerdes la lengua o lanzas la primera pregunta? (el dragón escucha…)

¿Existe de verdad el jardín?
Claro. Está entre el quiosco de Pepe y la nube con forma de dálmata que aparece cada atardecer. O no.

¿Puedo visitarlo sin ser arrestado por las hadas municipales?
Solo si llevas ofrendas: un bizcocho de limón, tres monedas de chocolate y una promesa de no selfies en modo cuervo.

¿Y lo del dragón?
Es un caniche con peluca de látex. O un reptil jurásico que odia los lunes. Depende de a quién preguntes.

¿Qué pasa si cuento el secreto?
Te conviertes en estatua de jardín… ¡pero con wifi gratis! ¿Ventaja? Nadie te pide que riegues las plantas.

¿Jardín secreto en albolote? Shhh… te contamos cómo encontrarlo (pero no se lo digas a nadie, que luego se llena de influencers)

¿Jardín secreto en Albolote? Shhh… te contamos cómo encontrarlo (pero no se lo digas a nadie, que luego se llena de influencers)

Pistas para no perderte (ni el camino ni el chiste)

Si buscas un rincón donde los geranios hacen *shhh* y los rosales te guiñan el ojo, sigue estos pasos: 1) Busca la fuente que tiene más musgo que un troll de cuento. 2) Camina hacia el olivo que parece hacer flexiones (sí, ese torcido). 3) Si ves un cartel de “prohibido el paso”, felicidades: estás a 10 metros. Importante: si escuchas el sonido de un iPhone enfocando un flat lay de café, retrocede. Demasiado tarde, ya hay alguien posando.

Qué hacer cuando lo encuentres (y cómo fingir que no lo hiciste)

Una vez dentro, las reglas son claras: nada de historias con ubicación, selfies solo con permiso de los gorriones (son los dueños reales) y, por favor, no le cuentes a tu prima la de marketing. Aquí tienes permiso para:
– Sentarte en el banco que cruje como si tuviera algo que esconder.
– Susurrarle secretos a la hiedra (ella nunca chismorrea… hasta que sopla el viento).
– Hacerte el despistado si alguien te pregunta. “¿Jardín? Yo vine por el churro con chocolate”.

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Manual de supervivencia anti-influencers

Para mantener el lugar en el anonimato, necesitas creatividad: si ves a alguien con anillo de luz y trípode, activa el protocolo. Opción A: Grita “¡FOTOGRUPO!” y señala un hormiguero. Opción B: Ofrécele un té de hierbas diciendo que es “el filtro natural de los lugareños”. Si preguntan por el Wi-Fi, di que solo funciona con abrazos a árboles.

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¿Es difícil llegar?
Más que encontrar un tupper con tapa en el fondo del armario. Pero si sobrevives a las indicaciones de Google Maps (“gire a la izquierda… o a la derecha, total, ¿quién soy yo?”), llegarás.

¿Puedo llevar a mi perro?
Sí, pero si empieza a ladrarle a una estatua de Cupido, no te sorprendas. Aquí hasta las ardillas tienen mejor ángulo de foto que tú.

¿Mejor hora para ir?
Al amanecer, cuando los pájaros aún no han abierto su OnlyFans. O al atardecer, si quieres que los atardeceres te hagan dudar de tu filtro favorito.


*Nota mental: si compartes esto, que sea por carta. Envuelta en hiedra. Y quemada después de leer. Cuanto menos sepas TikTok, mejor.* 🕵️♂️🌿