Foto extraida del video de Youtube
Los trajes de mimo: cuando la originalidad se fue de vacaciones (y no volvió)
El traje de mimo es como ese primo que llega a todas las reuniones familiares con la misma camisa a rayas: “¿Nueva? No, es vintage”. Rayas horizontales blancas y negras, guantes blancos que parecen robados de un catálogo de limpieza doméstica, y un sombrerito que grita “soy francés, pero en realidad lo compré en AliExpress”. Si la creatividad tuviera un tribunal, estos trajes estarían condenados a cadena perpetua por falta de inspiración. ¿No había opciones? ¿Alguien dijo “hey, ¿y si probamos… lila?” y lo callaron con una mirada de desprecio cósmico?
¿Los mimos tienen un pacto secreto con el monocromo?
Parece que en algún momento de 1823 (o por ahí) se reunieron y juraron jamás innovar. La lógica es clara: si te vistes como un semáforo caótico, la gente no podrá dejar de mirarte… aunque sea para preguntarse si tu armario tiene cloasma. Los guantes, ese toque “elegante”, existen solo para que nadie note que en realidad estás haciendo mímica de rascarte la nariz. Y el maquillaje blanco: perfecto para camuflar esas ojeras tras noches de ensayo, pero también para que tu cara combine con el resto del outfit. Coherencia ante todo, dicen.
Ahora, imaginemos un mimo con sudadera holgada y zapatillas. Caos. El universo colapsaría. Por eso siguen atrapados en el tiempo, como esos yogures que encuentras al fondo de la nevera y nadie sabe cuándo caducaron. Eso sí, si algún día ves a un mimo en esmoquin rosa fosforito, avisa: será señal del apocalipsis.
Preguntas que todos nos hacemos (pero nadie se atreve a gritar en la pantomima)
- ¿Existe una ley mundial que obligue a los mimos a usar rayas?
Sí. Está en el mismo código que prohíbe sonreír en las fotos del DNI. Multan si te sales del guion. - ¿Los guantes blancos sirven para algo más que imitar a Mr. Proper?
Absorben el sudor de las manos nerviosas cuando te das cuenta de que tu público son tres turistas y un paloma. - ¿Algún mimo ha intentado rebelarse y ponerse, no sé… estampado de flores?
Lo intentaron. Hoy son leyendas urbanas, como el yeti o los calcetines que desaparecen en la lavadora.
Mimo disfraz en una fiesta: la forma más rápida de que todos huyan de vos
El poder mágico del silencio incómodo
Imaginate esto: llegás a la fiesta con tu traje a rayas blancas y negras, cara pintada de blanco y unos guantes que gritan “soy el fantasma de Marcel Marceau”. Te acercás al grupo que está hablando de fútbol, empezás a imitar un partido en cámara lenta… Y *puf*, el círculo humano se desintegra más rápido que un helado en el Sahara. Los gestos exagerados no son el problema, el verdadero asesino social es cuando intentás “atrapar” a alguien en tu mímica imaginaria. ¿Te gustan los abrazos? Prepárate para que hasta tu mejor amigo te esquive como si fueras un vendedor de seguros.
La comida y el mimo: una combinación explosiva (literal)
¿Pensás que una bandeja de sandwiches es tu salvación? Error. Intentar comer con los labios sellados por maquillaje acrílico es como jugar a la ruleta rusa con mayonesa. Mancha la camisa, derramás la bebida y, sin querer, terminás haciendo mímica de “ayuda, me ahogo” cuando el trozo de pan se te atora. Mientras todos corren a buscar agua, vos quedás como el mimo que logró vaciar la sala sin pronunciar ni una maldita palabra. ¿Innovador? Sí. ¿Triste? También.
El baile: tu peor enemigo con rayas horizontales
La música suena y decidís demostrar tus pasos de robot congelado en el tiempo. El resultado: una coreografía que mezcla el estilo de un pulpo ebrio con los movimientos de alguien que intenta espantar avispas. La gente no sabe si reírse, grabarte o llamar a un exorcista. Mientras hacés *moonwalk* hacia atrás (o eso creés), el espacio a tu alrededor se convierte en un círculo de exclusión social. Hasta el DJ baja el volumen para evitar ser cómplice de tu fracaso.
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¿Cuánto tiempo tarda la gente en huir de un mimo?
Depende. Si llevás una peluca roja y una caja invisible, el récord está en 8 segundos. Si además intentás “subir escaleras” hacia el balcón, probablemente te quedes solo antes de llegar al primer piso.
¿Hay forma de salvar la noche si ya me vestí de mimo?
Sí. Quemá el disfraz, lávate la cara con jabón lavaplatos y fingí amnesia. Si alguien pregunta, decí que eras una estatua humana que se rebeló contra el sistema.
¿Qué hago si me gusta sufrir y quiero repetir la experiencia?
Comprá una bocina, aprendé a beatbox y convertite en el mimo que nadie pidió… Pero capaz así, al menos, alguien se queda para reírse *de* vos, no *con* vos.