¿Sabes dónde se esconde el mejor cóctel de Granada? Descubre el Bar Aliatar: ¡tu próxima obsesión está servida! 🍸✨

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Foto extraida del video de Youtube


¿Por qué el bar Aliatar en Granada no debería ser tu próxima «gran idea»?

Un éxito tan grande que hasta las cucarachas piden espacio

Imagina un lugar donde apretujarse como sardinas en lata es el deporte estrella. El Aliatar es tan popular que conseguir una silla es como encontrar un unicornio fumando en pipa: imposible. Si te gusta abrazar a desconocidos mientras intentas beber una cerveza sin que te la vuelquen en la camiseta, adelante. Eso sí, olvídate de conversaciones íntimas: el murmullo ambiental es tan alto que hasta tu *»¿qué?»* necesita subtítulos. ¿Aún crees que esto es *romántico*?

Precios que hacen llorar hasta a tu billetera

Aquí no pagas por el menú, pagas por la trauma-terapia post-consumición. Una caña cuesta lo mismo que un riñón en el mercado negro, y las tapas son tan diminutas que deberían llamarse *»aquí tienes migajas, por si te mueres de hambre»*. ¿Sabes qué es peor? Que la cuenta llega con una sonrisa de «te arrepentirás» mientras piensas en cuántas horas de trabajo equivalen a tres aceitunas y un trozo de pan duro.

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Donde el «ambiente auténtico» incluye peleas de tuppers por las tapas

El Aliatar no es un bar, es una jungla urbana donde sobrevive el más rápido. Verás abuelas empujando a estudiantes por un Plato Alpujarreño y ejecutivos usando la corbata como arma para colarse en la barra. ¿Quieres disfrutar de la gastronomía granadina? Mejor ve a donde no te aplasten contra la pared cada vez que alguien pide otra ronda de rebujitos.

Lo que preguntas en voz baja mientras intentas salir de la barra

¿Realmente hay que hacer yoga para llegar al baño?
Sí, nivel avanzado. Trae esterilla y un guía espiritual.

¿Es cierto que los camareros tienen doctorado en esquivar miradas?
Más que eso: son ninjas del *»ya voy, cielo»* que nunca van.

¿Alguna estrategia para sobrevivir?
Ve a las 3 p.m. un martes. O mejor, abre Google Maps y busca *»cualquier otro sitio»*.

Del desastre al desaliñado: crónica de una noche en el bar Aliatar de Granada

Fase 1: El caos con nombre de «mojito»

Todo empezó cuando alguien gritó «¡Camarero, otra ronda!» y tres mesas decidieron que era *su* camarero. El pobre chaval, con una bandeja que temblaba más que un flan en terremoto, intentó repartir cervezas como si fuera un malabarista sin circo. Spoiler: el suelo ganó dos vasos y una aceituna suicida**. Para colmo, un cliente se empeñó en pagar con una moneda de 2 céntimos… del año del catapún. El ambiente olía a desesperación barata y crujía de cubitos bajo las zapatillas.

Fase 2: La banda sonora del desaliño

La música pasó de *rock indie* a *reggaeton vintage* cuando un grupo de turistas pidió «algo que suene a España, pero con autotune». El DJ, claramente en modo «qué pongo pa’ que se callen», soltó un popurrí de flamenco-trap que hizo temblar hasta las tapas de los platos. Entre eso y el karaoke espontáneo de un señor que confundió «Despacito» con un mantra tibetano, el local se transformó en un episodio de *Black Mirror* con salsa brava. Eso sí: el 80% de los asistentes bailaban como si tuvieran una avispa en el calzoncillo.

Fase 3: El último hombre en pie (o casi)

A las 3 a.m., el bar era un híbrido entre trinchera y guardería posapocalíptica. En la barra: un tipo discutía con su tapa de morcilla porque «no le miraba con respeto». En el baño: alguien intentó secarse las manos con el cartel de «Favor, no tirar toallitas». Y en una esquina, un grupo de amigos juró amor eterno… hasta que uno vomitó en la maceta del dueño. El camarero, ya convertido en filósofo estoico, susurró: «Esto es el Aliatar, aquí sobrevivimos o nos dan un chupito gratis».

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¿Te arden las dudas como un chupito de tequila?

  • ¿A qué hora se pone bueno el lío? Si llegas antes de la 1 a.m., te recibirá el silencio incómodo de las olivas. Después de las 2 a.m., prepárate para abrazar el caos (y posiblemente a un desconocido que cree que eres su ex).
  • ¿Hay que llevar ropa de supervivencia? Sí. Zapatos anti-babas, camiseta que esconda manchas de sangría y un cargador portátil para grabar evidencias.
  • ¿La morcilla de la discusión sigue en la barra? Según testigos, ahora tiene su propio hashtag y un grupo de fans en Instagram. #JusticiaParaLaMorcilla.


*Nota mental: Si ves al tipo del karaoke, corre. Corre sin mirar atrás.*