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Foto extraida del video de Youtube
¿Cirugía electiva: necesidad o «caprichito» disfrazado de bisturí?
Cuando el espejo se convierte en abogado
¿Te has mirado al espejo y has pensado *“esta nariz tiene más curvas que una telenovela venezolana”*? Ahí entra la cirugía electiva: ese limbo entre el “me lo merezco” y el “¿en serio voy a pagar por esto?”. Un rinoplastia no es como comprarse una suscripción a Netflix, pero algunos la tratan igual. ¿Necesidad médica? A veces. ¿Capricho existencial? Si tu autoestima pide auxilio con megáfono, quizá. Eso sí, si tu nariz parece un cuadro de Picasso, quizá el bisturí no sea solo vanidad.
La lista de la compra: ¿Salud o vanidad?
Imagina un quirófano con playlist de reggaetón y un cirujano preguntando: *“¿lo arreglamos o lo dejamos como arte abstracto?”*. Las cirugías electivas son como los aguacates en el supermercado: algunos son imprescindibles, otros… cuestionables.
- Team Necesidad: Reconstrucción postaccidente, corrección de apnea del sueño, eliminar ese lunar que parece un mapamundi.
- Team Caprichito: Aumentar glúteos hasta desafiar las leyes de la gravedad, esculpir abdominales que ni en el gimnasio existen, orejas de elfo “porque sí”.
El debate ético: ¿Dónde está el límite (y quién lo paga)?
Si la cirugía fuera un meme, sería *“¿Y tú por qué operas?”* vs *“¿Y tú por qué juzgas?”*. El riesgo no es solo físico: también está el vacío legal entre lo médico y lo estético. ¿Es válido operarse las orejas si te causan bullying? ¿Y si solo quieres parecer un filtro de Instagram IRL? Aquí el bisturí no corta tejido, sino prejuicios. Eso sí, si tu cirujano te ofrece “cara de bebé panda” por descuento, sal corriendo.
¿Te lo estás pensando? Aquí las dudas que te quitan el sueño (y no son los puntos de sutura)
¿Cuánto duele?
Depende: si es una rinoplastia, como una resaca de tequila. Si es un lifting facial, como escuchar a tu ex hablar de su nueva pareja.
¿Me cubre el seguro?
Si es por salud, a veces. Si es para que tu ombligo parezca un emoji, prepárate para vender algún riñón (no, eso no cuenta como cirugía electiva).
¿Cómo elijo al cirujano?
Que tenga más antes-y-después que un influencer, cero demandas por dejar a alguien estilo “Persona de Tarkov” y, sobre todo, que no te diga *“¿seguro que no quieres añadir un cuerno en la frente?”*.
De la moda al quirófano: cuando elegir un nuevo ‘look' se convierte en operación de alto riesgo
Del selfie al bisturí: cómo un par de likes pueden nublar el juicio
¿Sabes ese momento en que miras una foto de Kim Kardashian y piensas “¿Y si mis labios fueran más grandes que mi autoestima?”? Ahí empieza el viaje. Lo que arranca como un capricho por imitar el último trend de Instagram puede terminar con una factura médica más inflada que tus nuevos pómulos. El problema no es querer parecer un filtro IRL, sino confundir un cirujano plástico con un mago de Hogwarts. Spoiler: nadie revive colágeno con varita mágica, y los rellenos mal aplicados te dejan más cerca de un meme que de Bella Hadid.
El ‘influencer’ que te vende el cielo (y te entrega una turbulencia)
Entre historias de “cambié mi vida con este lifting” y publicidades de clínicas que prometen “narices de princesa en 20 minutos”, el marketing juega sucio. Pero ojo: si tu médico antes era contador y ahora ofrece liposucción con descuento en Groupon, quizás no es tu mejor opción. Los riesgos van desde infecciones que harían llorar a un microbiólogo hasta resultados que te obligarán a usar máscara… sin pandemia de por medio. Y no, aplicar hielo no arregla un labio partido por silicona de dudosa procedencia.
Cuando el quirófano no es un Tinder para tu cuerpo
Imagina esto: buscas “aumento de glúteos low cost” y encuentras una oferta 2×1 en implantes. Suena a ganga, hasta que descubres que el “quirófano” es un sótano con luces LED y el anestesista es un tipo que vio un tutorial en YouTube. La realidad es que las cirugías estéticas son como el sushi barato: si la pegas, genial; si no, terminas intoxicado y llorando en el baño. Y aunque suene obvio, chequear credenciales debería ser tan vital como stalkear al cirujano en redes para ver si sus pacientes tienen cara de emoji o de tragedia griega.
¿Te lo vas a ‘inyectar’ o prefieres pensarlo? Las preguntas que pican más que el botox
- “¿Cómo sé si mi clínica es segura o un franquiciado de ‘American Horror Story’?”
Busca certificaciones, reviews reales (no las que parecen escritas por su prima) y asegúrate de que el consultorio no huela a desesperación y cloroformo. - “¿Puedo demandar si quedo con orejas de elfo sin consentimiento?”
Sí, pero mejor evita convertirte en un experimento. Lee los contratos: si dice “resultados variables”, traduce mentalmente a “podrías asustar a tus sobrinos”. - “¿Existe algo peor que un labio duckface?”
Sí: combinar cejas arqueadas, pómulos de alien y unos labios que necesitan su propio código postal. La moderación es clave, amigo. O un buen terapeuta. - “¿Y si me arrepiento? ¿Vuelvo como un iPhone?”
Algunos procedimientos son reversibles… otros son como tatuarse el nombre de tu ex. Investiga antes de firmar, porque deshacer un lifting de ojos puede costarte más que tu dignidad.