Desde principios de este año ya pagamos más por mantener el mismo nivel de consumo eléctrico en casa. No podemos impedirlo, pero sí amortiguar el golpe, ¡e incluso ahorrar! con algunas medidas que, además, se ajustan a los parámetros de un uso energético responsable. En este post vamos a ver unos pequeños gestos muy sencillos para conseguir que la subida del precio de la luz no tenga demasiada repercusión en nuestro bolsillo.
La factura de la luz ha subido casi un cinco por ciento: un incremento de 1,7 euros, según el Ministerio de Industria, aunque de 2,48 euros, para la organización Facua-Consumidores en Acción, que a la vez subraya que en los últimos tres años el coste del kilovatio se ha encarecido ya en un 30 por ciento. Hay mucha letra pequeña en lo que argumentan el Gobierno y los empresarios para justificar el tarifazo y las organizaciones de consumidores para criticarlo, pero lo único en lo que nadie puede disentir es en que el aumento ya está aquí y no tiene marcha atrás. O sí… si nos ponemos manos a la obra para paliar, de algún modo, la medida. ¿Cómo? Aquí van algunos consejos.
Lo primero: antes de comprar bombillas de bajo consumo, pregúntese: «¿Qué contrato tengo?», «¿Responde a mis necesidades?», «¿Me quedo como estoy o debo cambiar?» Empecemos de cero: calcule el número de kilovatios de electricidad que debe contratar. Para ello tenga en cuenta para el número de electrodomésticos de que dispone -secadora, vitrocerámica, horno eléctrico, microondas…-, el sistema de calefacción y aire acondicionado, los metros cuadrados de su vivienda… Diferentes compañías eléctricas -como Endesa o Iberdrola- tienen en su página web calculadoras que ayudan a realizar el cómputo. Si tenemos contratada un potencia mayor de la necesaria, podemos llegar a pagar hasta 200 euros anuales de más. Un ejemplo: se calcula que una potencia de 4,6 kilovatios puede ser suficiente para abastecer una casa con un consumo normal de luz, frigorífico, calentador de agua, aspirador, plancha y lavadora. Si a esto le sumamos aire acondicionado y calefacción eléctrica, la potencia contratada debe alcanzar los 9 kilovatios, pero no más.
Llegados a este punto es preciso aclarar algo: el incremento de precios afecta «solo» a los clientes que se rigen por la llamada tarifa de último recurso (TUR), regulada por el Gobierno: los hogares y las pymes. Entrecomillamos «solo» porque hablamos, claro, de más de 20 millones de tomas de luz. A este tarifa tienen derecho los usuarios con una potencia contratada inferior a los 10 kilovatios (la mayor parte de los usuarios). El resto -empresas, en su gran mayoría- debe acudir al mercado libre, cuyos precios no se rigen por las decisiones ministeriales.
Ahora bien, las factura de la TUR responde a la suma de dos componentes: uno es el peaje, es decir, los costes del sistema de sumistro de la electricidad; el otro responde a la subasta trimestral que las empresas comercializadoras realizan de la energía. Esta subasta es la que ha provocado el aumento. El procedimiento es descendente: se parte de un precio elevado de la energía y los participantes de la subasta (Endesa, Iberdrola, Unión Fenosa, HC y E.ON) pujan a la baja para conseguir que a su empresa le sea adjudicado el mayor número de lotes que vender. Se garantiza así, a priori, un equilibrio entre la oferta y la demanda: como es lógico, cada empresa querrá conseguir la mayor tajada posible, y lo hará dando precios más baratos que su rival. Cabe especular que las empresas podrían pactar precios y no sobrepasar tampoco unos mínimos, pero sería ilegal, y el Gobierno, regulador de todo el proceso, debería intervenir. En junio pasado, por ejemplo, pese a que en la subasta (denominada Cesur) se regístró un incremento del precio, ya que las pujas no llegaron tan abajo como en otras anteriores, el Gobierno decidió evitar que este aumento se trasladara a las facturas, rebajando el precio del peaje. Y es que durante el verano el precio de la luz ya había subido debido al incremento del IVA, que saltó del 16 al 18 por ciento.
Si usted se rige entonces por la tarifa de la TUR, tiene dos maneras de ahorrar. Por un lado, acogiéndose a las bonificaciones nocturnas. No sólo es más barata: en la última subida ha registrado un incremento del tres por ciento, inferior al resto de los usuarios, que rozan el cinco. Es especialmente útil para quienes tengan calefacción eléctrica (más cara, cabe recordar, que el gas), que pueden instalar acumuladores nocturnos. Pero no es sólo para ellos: si nos acogemos a este contrato y ponemos la lavadora o el lavavajillas en horario nocturno, ahorramos también unos cuantos euros.
Además, unos cinco millones de usuarios tienen derecho al denominado ‘bono social‘, una ayuda que elimina la parte fija del recibo y congela la tarifa desde el momento que se solicita. Supone un ahorro que ronda el ocho por ciento del total de la factura y pueden solicitarla los consumidores con una potencia contratada inferior a 3. kilovatios en su primera vivienda, pensionistas que reciban cuantías mínimas, familias numerosas y familias que tengan a todos sus-miembros adultos en el paro. De los cinco millones que podrían solicitado, sólo tres millones lo han hecho. ¿Es usted uno de los otros dos millones? Si lo es, está pagando más de lo que debe.
Otra opción es renunciar a la tarifa TUR y acudir al mercado libre. Las compañías eléctricas – Endesa, Iberdrola, Gas Natural, HC Energía- realizan sus propias ofertas, que no se rigen por las tarifas reguladas por el Gobierno. Habrá quien considere ahora la opción de pasarse a esta via, aunque, ojo, lea bien la letra pequeña del contrato. A menudo se nos exige permanencia de, al menos, un año y, si bien ofrecen descuentos de hasta el ro por ciento, a veces sólo lo aplican si contratamos tanto el gas como la electricidad y las correspondientes revisiones de las instalaciones. Lo cierto es que hoy el mercado liberalizado resulta muy competitivo para grandes y medianos consumidores, pero quizá no para un usuario doméstico. En cualquier caso, si prueba y no le convence, siempre puede volver a la TUR … Lo importante es que sólo un ligero cambio de hábitos puede amortiguar bastante el último, y esperemos que realmente sea el último, aumento en nuestras facturas.