Foto extraida del video de Youtube
Yolanda ramos: ¿la reina del humor o el caos disfrazado de persona?
¿Alguna vez has visto a alguien contar un chiste mientras parece que organiza un accidente de tráfico con la voz? Yolanda Ramos es eso, pero multiplicado por diez. Con una energía que desafía las leyes de la termodinámica, esta mujer podría hacer reír a una estatua de mármol… o dejarla tan confusa que terminaría pidiendo horario de oficina. Si el humor fuera un parque de atracciones, ella sería la montaña rusa que te hace gritar *«¿esto está homologado?»* mientras te partís de risa.
¿Caos o genialidad calculada al milímetro? Sus monólogos son como un dominó cósmico: empieza hablando de su suegra y terminas preguntándote por qué los tomates no llevan corbata. No hay tema que no atraviese como un tornado por una tienda de porcelanas. Lo absurdo, lo cotidiano y lo surrealista se mezclan en su voz hasta crear un cóctel que o te emborracha de risa o te deja mareado sin saber por qué. Eso sí, nadie puede negar que Yolanda lleva el timing en el ADN… o quizás lo robó de un reloj suizo en los 90.
Señales de que Yolanda Ramos es un experimento social:
- Sus entrevistas: Si la entrevistadora fuese un GPS, Yolanda sería el «recalculando ruta» personificado.
- Sus gestos: Mueve las manos como si intentara espantar avispas invisibles… o como si dirigiera una orquesta de microondas.
- Sus silencios: Esos segundos en los que parece que se le ha olvidado el final del chiste y, ¡zasca!, te remata con una punchline que debería estar enmarcada en el Louvre del humor.
—
### Lo que todos se preguntan (pero temen admitir)
¿Yolanda Ramos es consciente de su propio caos?
Imposible saberlo. Igual que un huracán no elige nombre, ella probablemente desayuna ideas sueltas y las suelta como confeti en directo.
¿Podría sobrevivir en un mundo sin público?
Si la comedia fuera un deporte extremo, Yolanda tendría un contrato vitalicio como entrenadora de trapecistas sin red. Pero sin risas, sospechamos que inventaría un lenguaje propio para reírse… consigo misma.
¿Es su humor un placebo contra la seriedad?
Totalmente. Nos receta carcajadas en dosis masivas, aunque el prospecto advierte: *«Puede provocar dolor de costado y confusión existencial».*
¿Qué pasa si mezclas a Yolanda con café?
Nadie lo ha probado (o al menos, nadie lo ha contado coherentemente). Teóricamente, se crearía un agujero de gato cómico en el espacio-tiempo.
¿Es caótica o simplemente le vibra el alma en otro idioma?
Ambas. Y si eso no cuadra, bienvenido al club. Su humor es como un Ikea: sigues las instrucciones y terminas con una lámpara en la nevera, pero te encanta.
Yolanda ramos y el arte de desaparecer de los titulares (y de nuestras vidas, por favor)
¿Yolanda Ramos? Ah, sí, esa compañera de profesión que domina el *stealth mode* mejor que un ninja con jetpack. Mientras otros coleccionan portadas como si fueran cromos de fútbol, ella parece haber firmado un contrato vitalicio con el Instituto Nacional de Camuflaje. ¿Desaparecer? Lo hace con la elegancia de un mago que olvidó avisar que el truco era para siempre. Ni un meme, ni un cameo, ni un «¡Ay, qué mal está el mundo!» en redes. ¿Su secreto? Probablemente haya encontrado la fórmula para teletransportarse a una dimensión donde los focos son de velas aromáticas y el «hype» es solo un ruido de fondo.
¿Dónde está Yolanda? Teorías conspiranoicas (y alguna que otra verdad)
Algunos dicen que se esconde tras un pseudónimo escribiendo novelas eróticas sobre fontaneros. Otros juran que la vieron haciendo cerámica en los Alpes suizos, montando un puesto de tacos en Oaxaca o dando clases de zumba a alpacas. La realidad es más aburrida: Ramos hace lo que quiere sin pedirle likes al universo. Mientras medio mundo se pelea por un trofeo de «influencer del mes», ella aplica el «quiet quitting» a la fama. ¿Por qué actuar en una serie cutre si puedes tomarte un café sin que 300 cámaras registren cómo soplas para no quemarte la lengua? Prioridades, amigos.
Lecciones de Yolanda para ser invisible (sin necesidad de capa)
¿Quieres imitar su técnica? Apunta: Primero, evita los eventos con alfombra roja como si fueran una reunión familiar en Navidad. Segundo, si te ven en público, lleva una planta como accesorio y corre gritando «¡FOTOSÍNTESIS EMERGENCIA!». Tercero, aprende a decir «no» con la misma firmeza que un gato rechazando una ducha. Y cuarto, ignora los titulares como si fueran notificaciones de apps que nunca descargaste. Bonus track: si alguien te menciona en Twitter, responde con un GIF de un perro bostezando. Efectividad garantizada.
¿Y si Yolanda en realidad es un experimento social?
Imagina: un grupo de científicos la suelta en Hollywood para ver cuánto aguanta sin convertirse en un clip de TikTok. Cada vez que alguien intenta entrevistarla, un sistema de alarma suena y ella se esfuma entre humo de colores. ¿Próximo movimiento? Quizá esté resolviendo el cambio climático desde el anonimato o enseñándole a las celebridades cómo usar el modo avión en la vida real. Si la buscas, lleva prismáticos y mira detrás de los set de rodaje: quizá esté ahí, disfrazada de atrezzo.
Preguntas que nadie hizo (pero todos susurran en el metro)
- ¿Yolanda Ramos es un fantasma con agente?
No, pero si algún día ves una sombra firmando autógrafos, ya sabes. - ¿Da cursos de invisibilidad en Skillshare?
El módulo avanzado incluye «Cómo quejarse del tráfico sin que te graben» y «Selfies: mitología básica». - Si la invitamos a un café, ¿aceptaría o enviaría un holograma?
Probablemente llegue tarde, se siente en la mesa de al lado y observes desde lejos cómo teclea «arte de desaparecer para dummies» en su laptop.
¿Alguna vez volverá a los titulares? Quién sabe. Mientras tanto, Yolanda sigue siendo ese enigma que nos recuerda que, a veces, el mejor chisme es el que nunca llega a existir. Y si la ves por la calle, no le pidas foto: corre el rumor de que si lo haces, tu cuenta de Instagram se llena de fotos de musarañas. ¡Bendito misterio!