Foto extraida del video de Youtube
Berria wine bar: el lugar donde tu cartera grita «¡socorro!» (y tu paladar se confunde)
Cuando el vino cuesta más que tu autoestima
Entras a Berria pensando en una copa de vino “tranquila” y sales con la sensación de haber financiado un viñedo en Marte. La carta de precios parece un código de la CIA: ¿€18 por una copa de algo que se pronuncia como un hechizo de Harry Potter? Sí, el Riesling “Esotérico de la Montaña Llorona” suena épico, pero tu cuenta bancaria llora más que la montaña. Y no, el camarón con espuma de aire himalayo no viene con oxígeno gratis. Pro tip: si pides agua del grifo, te miran como si hubieras insultado a su abuela.
El menú: un laberinto donde las uvas tienen doctorado
Aquí no existen “blancos” o “tintos”. Oh no. Los vinos se describen como perfiles de Tinder: “Soy intenso, con notas de rebeldía poscolonial y un final que te hará cuestionar tu vida”. Las tapas tienen nombres más largos que un discurso político: “Carpaccio de remolacha efervescente sobre lecho de musgo noruego salvaje (sin musgo real, relax)”. Y ojo con preguntar: “¿Esto lleva gluten?” puede desencadenar un monólogo sobre la filosofía del trigo en la era digital.
- Vino «Susurro de Llama Ancestral»: sabe a quemarropa, pero no literalmente (esperemos).
- Aceituna «Alquimia Transgresora»: básicamente una oliva con complejo de mesías.
- Pan «De la Abuela»: no, su abuela no usaba harina de cucaracha molida (o eso dicen).
¿Y la experiencia? Bueno…
Te sientes como en una película de Wes Anderson: todo es bonito, raro y nadie entiende qué está pasando. Las copas tienen formas que desafían las leyes de la física, y los clientes hablan en susurros como si estuvieran en una secta. Al terminar, la cuenta llega en un sobre sellado con cera de abejas libres, porque imprimir un ticket normal sería demasiado mainstream. Tu paladar sigue preguntándose si le gustó el queso “fermentado en cueva de troll” o si solo fue el susto.
¿Qué demonios pasa aquí? Preguntas que todos hacen (pero nadie responde)
¿Por qué un vino «orgánico» cuesta como mi hipoteca?
Porque las uvas hacen yoga al amanecer y tienen coach de vida. Cada botella viene con un certificado de autenticidad… y terapia para tu cuenta corriente.
¿Alguien ha pedido el «Cóctel Existencialista» sin arrepentirse?
Sí, pero ahora meditan en una cueva en Nepal para recuperarse. Dicen que el sabor es como un viaje de ácido… pero legal.
¿Vale la pena?
Si tu meta es subir una story con el hashtag #VidaDeLujo (y luego comer fideos instantáneos por un mes), absolutamente. Eso sí, ve entrenando a tu cartera: dile que en Berria no aceptan llorar como método de pago.
Berria wine bar: ¿experiencia gourmet o taller de postureo con copas caras?
Vino, queso y el arte de sacar la cartera sin hacer ruido
Entras a Berria wine bar y lo primero que notas es que el aire huele a uva pisada por duques medievales. ¿Gourmet o postureo? La respuesta depende de si crees que un vino «con notas de humo de pipa de abuelo noruego» justifica pagar 18€ por una copa. Las tablas de quesos tienen nombres como «La rebelión de la cabra montesa», que en realidad son tres lonchas, un par de nueces y una flor comestible que te mira con sorna. Eso sí, el pan está tan crujiente que suena como un *ASMR para influencers*.
El ritual de pedir la cuenta: terapia de shock para tu cuenta corriente
El personal de Berria tiene un doctorado en describir vinos con palabras que ni el diccionario de la RAE entiende. «Este tinto tiene un carácter volcánico y un final que evoca al atardecer en la Toscana… antes de la plaga de mosquitos». Mientras asientes con cara de «claro, lo noto», piensas: «¿He venido a beber o a hacer un máster en metáforas?». La cuenta, por cierto, llega en una bandeja de madera *artesanal* que probablemente cueste más que tu sueldo.
Instagram vs. realidad: el duelo definitivo
Berria es el paraíso de los que creen que una foto de un vino con filtro Valencia aumenta el IQ. Cada mesa es un set de fotos: copas alineadas como soldados, fondos de ladrillo visto y ese queso que derrite *con elegancia discreta*. ¿Es una experiencia gourmet? Si por «gourmet» entendemos masticar mientras alguien te explica la «biografía no autorizada» de una aceituna, entonces sí. ¿Postureo? Si ves a alguien pagar 25€ por un vermú sin pestañear, la respuesta es clara.
Lo que realmente quieres saber (pero temes preguntar)
¿Te arruinarás o al menos subirás tu estatus social?
– Si pides agua del grifo, probablemente te sirvan lágrimas de unicornio. Gratis, pero con mirada de decepción.
– La carta no tiene precios, solo «experiencias». Traducción: prepárate para vender un riñón. O dos.
¿Puedo ir en chándal o exigen disfraz de poeta bohemio?
– Mientras tu outfit diga «soy interesante, pero no tanto como para preguntar», estás seguro.
– Si llevas calcetines con sandalias, ni se te ocurra. A menos que sean *calcetines de alpaca criada en libertad*.
¿Alguna vez alguien ha dicho «qué bien está este vino» sin mirar primero la etiqueta?
– No registrado desde 2016. El protocolo exige fruncir el ceño, sorber como si chuparas un espagueti y soltar un «interesante…» ambiguo.
– Si logras identificar una «nota a melocotón enjaulado», obtienes un 10% de descuento en tu próxima crisis existencial.