Foto extraida del video de Youtube
¿Quieres ser el rey de las reuniones? Aquí tienes 10 intentos fallidos de hacer «algo gracioso» (que terminaron en tragedia)
1. El confeti-cañón casero: ¡PUM!, ¿dónde está el extintor?
Imagina: montas una “broma épica” con un dispensador de confeti conectado al ventilador del techo. ¿Resultado? La oficina pareció Nochevieja… hasta que el motor sobrecalentó y el cartón se incendió. Medio departamento olió a barbacoa de papel quemado por semanas. “Pero… ¡el meme de TikTok quedó genial!” (Spoiler: nadie se rio).
2. La presentación «divertida» con memes de 2012
Insertar el “grumpy cat” en cada slide parecía buena idea… hasta que el jefe preguntó: “¿Este es tu análisis trimestral o un altar a los trolls de internet?”. Peor: la frase “¡Aquí vine a sufrir, no a aprender!” con el meme de Dora la Exploradora hizo que Recursos Humanos te citara… con testigos.
3. ¡Sorpresa! Globos de agua en la sala de servidores
Querías imitar esos “chistes refrescantes” de las películas. ¿Qué podría malir sal? Pues que los servidores no aprecian la hidratación. El video del técnico gritando “¡ESTO NO ES UN SPA!” con cables chisporroteando de fondo se volvió leyenda… y tú, el villano.
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Preguntas que NADIE quiere hacer (pero todos quieren responder)
¿Qué hago si mi «chiste» dejó sin internet a la empresa?
Simple: aprende a tejer. Necesitarás una bufanda para dormir en el parque.
¿Los memes en PowerPoint tienen fecha de caducidad?
Sí. Si usas el “Forever Alone” o el “Éxito, hijo”, tu carrera caduca contigo.
¿Puedo culpar al becario de mis ideas catastróficas?
Solo si el becario es un gremlin que apareció después de las 00:00. Spoiler: los gremlins tienen mejor currículum.
«Algo gracioso» que solo tú te ríes: los 7 chistes más incómodos contados en la historia de la humanidad
1. El chiste romano que hizo temblar las togas 🏛️
En el año 43 a.C., un senador gritó en el Foro: «¿Qué hace César en el agua mineral? ¡Se deshace en burbujas!». Lo gracioso es que César aún estaba *técnicamente* vivo, pero con 23 puñaladas encima. El silencio fue tan denso que se necesitaron tres esclavos ventilando con hojas de palma para que la audiencia volviera a respirar. Los historiadores aún debaten si el chiste o el asesinato fueron más traumáticos.
2. La broma medieval que casi cancela los torneos ⚔️
Un bufón del siglo XII le susurró al rey: «Majestad, su armadura brilla tanto que hasta los dragones usan gafas de sol». El monarca, que llevaba 15 años sin bañarse, hizo hervir al tipo en una olla de caldo de cabra. Moraleja: halagar el olor a cebolla rancia de un rey no suma puntos en el medievo.
3. El chiste de Schrödinger que nadie entendió 🐱
En 1935, el físico soltó: «Si mi gato está muerto y vivo a la vez, ¿quién limpia la caja?». Tres filósofos se desmayaron, dos colegas se cambiaron de universidad y un gato callejero demandó por difamación. Hasta hoy, es el único chiste que requiere una tesis doctoral para saber si da risa.
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👉 Lo que la gente NI SE ATREVE a preguntar (pero tú sí, rebelde)
- ¿Un chiste incómodo puede desencadenar una guerra?
Sí. En 1562, un trovador francés comparó al rey con un «saco de patatas con corona». Dos semanas después, media Europa ardía. Las patatas, por cierto, aún están ofendidas. - ¿Existe un récord de risa más fingida?
En 1987, un comediante dijo: «¿Qué hace una abeja en la peluquería? ¡Un buzz-cut!». El presentador rió tan forzadamente que se dislocó la mandíbula. La OMS todavía estudia el caso como enfermedad laboral. - ¿Puedo usar estos chistes en una cena familiar?
Claro. Pero lleva un extinguidor: la combinación de silencios incómodos + miradas asesinas podría generar combustión espontánea. No digas que no te avisamos.
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Bonus: El chiste que resucitó a un muerto (literal) 💀
En 1899, un humorista británico murmuró: «¿Por qué los fantasmas no roban? Porque tienen miedo de la policía ‘espiritusional'». Un espectador en la tercera fila, que llevaba muerto desde 1823, se levantó y gritó: «¡Eso es todo, me rindo!». Luego se desintegró. La prensa lo llamó «el primer standing ovation post-mortem».
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🚨 Alerta SPOILER: ¿Por qué siguen contándose estos chistes?
Simple: la incomodidad es adictiva. Cada vez que alguien repite el de «¿Qué le dice un semáforo a otro? ¡No me mires, estoy cambiando!», un ángel en el cielo olvida las letras del Ave María. Y tú, en el suelo, sonríes como si hubieras descubierto la piedra filosofal del humor. Eso, querido cómplice de las risas prohibidas, es arte. O una tortura. Depende del ángulo (y de cuántas miradas de odio acumules).