ÚNICAMENTE para la primera letra del título

Foto extraida del video de Youtube


¿Por qué antoine de saint-exupéry es el rey del drama (y no del principito)?

Si piensas que El Principito es solo un cuento de hadas con rosas y planetas chiquitos, te falta leer Vuelo Nocturno o Tierra de Hombres. Saint-Exupéry no andaba repartiendo moralejas con ovejas dibujadas, ¡montaba aviones que se caían a pedazos mientras filosofaba sobre la soledad cósmica! El tipo escribía con la misma intensidad con la que estrellaba aviones en el desierto: drama puro con arena en los zapatos y combustible en las venas. Si existiera un Oscar al escritor más existencialista, este señor habría ganado siete. ¿Por qué? Porque mezclaba tragedias aéreas, duelos emocionales y preguntas como “¿vale la pena vivir?” como si fueran ingredientes de un cóctel molotov literario.

El arte de convertir un accidente de aviación en bestseller

El hombre vivía al borde del colapso nervioso y le encantaba contarlo. Su obra Piloto de Guerra no es precisamente un manual de yoga: es un diario de vuelo donde describe cómo es bombardear ciudades mientras tu mente se desintegra. Si Hemingway era rudo por cazar leones, Saint-Ex lo supera llorando en una cabina a 10,000 pies de altura. Aquí una lista de sus dramas favoritos:

  • Extraviarse en el Sahara sin agua (y usarlo como trama principal).
  • Morir de inanición mientras reflexiona sobre el sentido de la amistad.
  • Hacer que un zorro diga “solo se ve bien con el corazón” para luego dejar plantado al principito. ¡Cruel!

¿Y el principito? Solo era su lado B

El niño rubio que vive en un asteroide es básicamente la fachada Instagrammable de un autor que, en realidad, escribía sobre pilotos congelándose en la Cordillera de los Andes o amigos que se mataban en combate. Saint-Exupéry vendió el cuento de la rosa caprichosa, pero su carpeta de trabajo incluía noches de insomnio, cartas de despedida y una obsesión por la muerte tan grande como su sombra. El principito podrá ser tierno, pero su creador era el maestro del trauma disfrazado de metáfora.

¿En serio me estás preguntando eso?

P: ¿O sea que El Principito es como su versión light?
R: Light, no. Digamos que es el envoltorio de regalo de una caja llena de llanto seco y kerosene.

P: ¿Al menos ganó algo por tanto drama?
R: Sí: el título póstumo de “El hombre que hizo llorar a Francia con una rosa y un avión estrellado”.

P: ¿Y el zorro de El Principito? ¿Era su terapeuta?
R: Más bien su conciencia en forma de mamífero. Si escuchas con atención, el zorro claramente dice: “Antoine, ve a tomar un té y deja de escribir desde las trincheras”.

Antoine de saint-exupéry: el aviador que escribía mejor de lo que volaba

Cuando la pluma vence a las alas

Antoine de Saint-Exupéry tenía un currículum más revuelto que un avión en turbulencia: piloto comercial, aventurero del desierto, y, de pasatiempo, escritor de bestsellers. Pero si hubiera un ranking de «habilidades comparativas», sus letras le ganaban por goleada a sus aterrizajes. Mientras sus aviones aterrizaban de panza en el Sahara (sí, más de una vez), sus novelas como Vuelo Nocturno o El Principito aterrizaban directamente en el Olimpo literario. ¿Prioridades? Él las tenía claras: prefería perderse entre metáforas que entre nubes.

El arte de sobrevivir (y escribir) entre accidentes

Saint-Exupéry vivía como si la vida fuera un checklist previo al despegue: romper un avión, escribir un libro, repetir. Entre vuelos postales por África y rescates en la Patagonia, el hombre se estrelló tantas veces que los mecánicos le tenían un descuento por fidelidad. Pero ahí estaba su secreto: cada percance aeronáutico le daba material para tres capítulos nuevos. ¿Un motor fallando? ¡Metáfora sobre la fragilidad humana! ¿Una tormenta de arena? ¡Símbolo del aislamiento existencial! El tipo era como un fénix literario: renacía de sus cenizas con un manuscrito bajo el brazo.

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El Principito vs. La realidad aerodinámica

Si Saint-Exupéry hubiera escrito manuales de vuelo en vez de fábulas filosóficas, hoy tendríamos aviones dibujando boas que se tragan elefantes. Pero no: eligió crear un universo donde los pilotos charlan con zorros sabios y rosas melodramáticas. Mientras sus colegas aviadores se jactaban de horas de vuelo, él coleccionaba frases como «solo se ve bien con el corazón». ¿Ironía? El mismo año que publicó El Principito (1943), dejó de volar por orden médica. El cielo perdió un piloto, pero la humanidad ganó un narrador que, literalmente, se fue a las estrellas.

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¿Curiosidades que vuelan más alto que un avión de Saint-Ex?

¿Era tan mal piloto como dicen?
Mal no, pero sí un imán para los accidentes. En 1935, se estrelló en Libia y sobrevivió 4 días en el desierto… ¡experiencia que luego usó en El Principito! Eso es reciclar material como un campeón.

¿Escribía mientras volaba?
No confirmado, pero es fácil imaginarlo garabateando ideas en mapas de navegación. Si un copiloto veía notas como «planeta B612» entre las coordenadas, nadie le preguntaba.

¿Algún piloto le envidió su éxito literario?
Probablemente. Mientras otros presumían de altitud, él firmaba autógrafos. Eso sí: en las cenas de pilotos, seguro que le tocaba pagar la cuenta al «artista» del grupo.