Foto extraida del video de Youtube
¿Quién carajo escribió el Lazarillo de Tormes? El misterio del autor anónimo
Imagina esto: estás en el siglo XVI, escribes una novela donde te cachondeas de la Iglesia, los nobles y medio país, y encima le pones más picante que un gazpacho con guindilla. ¿Firmarías con nombre y apellidos? ¡Ni loco! El autor del Lazarillo de Tormes prefirió el anonimato como si fuera un ninja literario, evitando que la Inquisición le convirtiera en barbacoa. Las teorías sobre su identidad son más variadas que los ingredientes de una paella familiar: ¿un religioso rebelde? ¿un escritor arrepentido? ¿un noble aburrido? Hasta le han colgado el muerto a Fray Juan de Ortega (sí, el de los huesos en una cripta) y a Diego Hurtado de Mendoza, que ni sus vecinos le creyeron cuando dijo “yo no fui”.
El club de los candidatos con más filtros que Instagram
Si el autor hubiera subido un selfie en 1554, le lloverían menciones. Los estudiosos han propuesto medio currículum vitae del Siglo de Oro:
- Alfonso de Valdés: Un erasmista con más audacia que un torero en chanclas.
- Juan de Valdés: Su hermano, por aquello de mantenerlo en familia.
- Lope de Rueda: Actor y dramaturgo, que sabía cómo montar un espectáculo.
Hasta hay quien apunta a una mujer camuflada, porque ¿qué mejor forma de burlar censuras que siendo invisible como un calcetín perdido?
¿Por qué tanto misterio? Spoiler: la Iglesia no tenía sentido del humor
La novela era el panfleto viral de la época: criticaba curas tramposos, hidalgos pedigüeños y hasta la obsesión por la honra. Si el autor hubiera firmado, hoy estaría en los libros de historia… o en una lápida. La Inquisición, que no se apuntaba a chistes, prohibió el libro en 1559. Menos mal que alguien en Amberes guardó una copia como si fuera oro, porque las versiones españolas acabaron más censuradas que un meme de políticos.
¿Y si nunca resolvemos el enigma? 🕵️♂️
Los expertos han revolcado archivos, analizado estilos literarios y hasta desempolvado documentos con más polvo que el sobrador de Lázaro. ¿Resultado? Cero patatero. Algunos juran que la clave está en errores de imprenta o en mensajes ocultos tipo Dan Brown, pero de momento, el autor sigue tan esquivo como un wifi gratis en el desierto. Eso sí, el anonimato le dio un toque de misterio premium: sin nombre, sin cara, pero con más fama que un tiktoker bailando la zarabanda.
¿Ya te pica la curiosidad? Aquí van las dudas que hasta Lázaro tendría
¿Era peligroso escribir así en el XVI?
¡Más que besar a un dragón con caries! Criticar al clero o a la nobleza te podía valer una visita guiada a la hoguera. Mejor ser #FantasmaLiterario.
¿Alguna pista firme sobre el autor?
Nada. Ni una nota de “perdón por lo de la Iglesia, mamá”. Solo teorías, rumores y algún que otro “yo sé quién es” de cuñados con suerte.
¿Llegaremos a saberlo algún día?
Con lo cabezotas que son los académicos, no descartes que dentro de 200 años alguien grite “¡Era el mayordomo!” mientras rebusca en un sótano lleno de telarañas.
El autor del Lazarillo de Tormes: el fantasma más famoso de la literatura
¿Te imaginas escribir un bestseller y que, cinco siglos después, nadie sepa ni tu nombre? El autor del Lazarillo de Tormes lo logró: se coló en la historia de la literatura como un fantasma con pluma y tintero. Ni Shakespeare ni Cervantes: aquí el misterio es el protagonista. ¿Fue un cura rebelde? ¿Un noble aburrido? ¿Un escritor fantasma antes de que existieran los ghostwriters? La única certeza es que alguien, en el siglo XVI, decidió burlarse de la sociedad con tanto descaro que prefirió firmar con un seudónimo… o con una mancha de vino.
El anonimato no fue casualidad. Hablar de clérigos corruptos, nobles miserables y pícaros hambrientos en plena Inquisición era como jugar al “quémame si puedes”. El autor, más listo que un ladrón de gallinas, optó por esconderse tras una capa de intriga. ¿Sabías que hasta la Iglesia intentó censurar el libro? Claro, porque retratar a un arcipreste con “amiga muy honrada” no era precisamente material para sermones dominicales. Eso sí, el libro sobrevivió: se reimprimió, se tradujo y hoy hasta tiene su propio memefest en las redes.
¿Por qué sigue importando un autor sin cara?
Porque el Lazarillo es el padre del antihéroe, el abuelo de los personajes grises. Mientras otros libros de la época hablaban de caballeros brillantes, este tipo nos regaló a un niño que sobrevive a base de trampas y estafas. ¿Genio o hereje? Ni idea, pero su legado es tan inmenso que hasta los académicos se rascan la cabeza. Eso sí, si el autor resucitara, probablemente diría: “¿En serio siguen hablando de mí? ¡Era una broma, coño!”.
Preguntas que hasta Lázaro se haría
- ¿Fue un grupo de autores? ¡Ojalá! Sería el primer collab literario de la historia, tipo reguetón del Siglo de Oro.
- ¿Algún día sabremos la verdad? Menos posibilidades que de encontrar un noble en el libro que pague una deuda.
- ¿Qué ganó el autor? Gloria póstuma… y cero euros en derechos de autor. Cosas de ser un fantasma.
Ah, y por si alguien duda: no fue Lázaro. Él solo narra su vida, no tenía tiempo de escribir entre estafa y estafa. Fin (o no, porque el misterio sigue vivo).