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Foto extraida del video de Youtube
¿Les Monges Palace Boutique o el arte de vaciar tu cartera con estilo?
Imagina un lugar donde cada centímetro cuadrado grita «esto cuesta más que tu coche», pero con tanta elegancia que hasta tu cuenta bancaria aplaude al desmayarse. En Les Monges Palace Boutique, no pagas por dormir: pagas por protagonizar un reality de lujo donde los auriculares de algodón egipcio tienen más derechos humanos que tú. ¿Una habitación básica? Llámalo «rincón zen para plebeyos arrepentidos», con vistas a un patio que, por supuesto, incluye un ciprés susurrante entrenado en *feng shui nivel diosa*.
Servicios que harán llorar a tu tarjeta (y a tu sensei financiero)
- Jacuzzi con champán: porque bañarte en agua con burbujas es demasiado mainstream. Aquí las burbujas son de Dom Pérignon y el agua… bueno, esa la pones tú.
- Desayuno con oro comestible: para empezar el día brillando… literal. Si el pan tostado no reluce como un vampiro en *Crepúsculo*, ¿realmente desayunaste?
- Terapia de llanto con expertos: por si el precio de la minibar te rompe el alma. Incluye pañuelos de seda y un coach emocional que te repite: «Lo vales».
¿Y la ubicación? Está estratégicamente situado donde Google Maps se pone mysterious mode y tu GPS empieza a tararear mantras. Perderse nunca fue tan exclusivo: calles empedradas que huelen a aceite de oliva vintage, tiendas de antigüedades que venden relojes de abuela (pero con certificado de autenticidad) y vecinos que miran tu bolso como si fuera un *spoiler* de tu saldo bancario.
¿Preguntas? Aquí las respuestas (antes de que tu economista te demande)
¿Realmente necesito vender un riñón para hospedarme?
¡No! Con medio hígado basta… y un pulmón si quieres el tour de caviar. Los precios son ajustables, como tu dignidad después de la tercera copa de vino en la suite.
¿Aceptan lágrimas como forma de pago?
Solo si son de cocodrilo (los de arrepentimiento post-factura tienen un tipo de cambio bajo).
¿Hay opción «low cost»?
Sí: se llama «mirar fotos en Instagram desde tu casa». Incluye experiencia 360º de envidia y cero cargos sorpresa.
¿El estilo justifica el precio?
Claro. Igual que usar tacones en una caminata por el Himalaya. ¿P práctico? No. ¿Instagrameable? Hell yeah.
Les Monges Palace Boutique: donde el champán fluye y las neuronas descansan (o cómo sobrevivir a tanta elegancia)
Burbujas, terciopelo y cero neuronas funcionando
En Les Monges Palace Boutique, el champán corre más que las ideas en tu cabeza después de un lunes de teletrabajo. Imagina un lugar donde las lámparas de cristal tienen más brillo que tu futuro financiero y los sillones abrachan mejor que tu ex. Aquí, el protocolo es simple: si no tienes una copa en la mano, un empleado aparecerá como por arte de magia para remediarlo. ¿Quién necesita café cuando el Brut Réserve hace de despertador? Spoiler: tus preocupaciones sobre la hipoteca quedan fuera, junto al taxista que intentó cobrarte de más.
Manual de supervivencia para humanos en modo «¿Y si me mancho el vestido?»
Primera regla: no confundas las toallas de baño con trajes de gala (ambas son igual de suaves, pero una cuesta más que tu primer coche). Segunda: el desayuno en la cama incluye croissants que crujen como hojas de otoño y mermelada que parece pintura de Van Gogh. Tercera: si alguien menciona «etiqueta», sonríe y pide otro Moët. Pro tip: las plantas del patio son más fotogénicas que tu perfil de Tinder; úsalas como *escenario para tu comeback en Instagram*.
¿Y el wifi? Funciona, pero tu cerebro dirá «hasta luego, coco»
Entre los espejos dorados que reflejan tu mejor ángulo (el de «sí, claro, mi vida es perfecta») y las alfombras que amortiguan hasta los pasos de tu conciencia, la conexión a internet será tu menor prioridad. ¿Para qué stalkear a tu ex si puedes jugar a «cuántas joyas lleva la señora del vestido verde»? Las únicas notificaciones que importan aquí son el *clic* de tu copa al chocar con la de tu acompañante. Eso sí, cuidado: si pides un café con leche, el camarero podría mirarte como si hubieras dicho «vampiros vegetarianos».
Dudas existenciales entre canapés y cortinas de seda
¿Es obligatorio beber champán?
No, pero si rechazas una copa, el fantasma de Coco Chanel te susurrará «¡qué vulgar!» al oído.
¿Puedo llevar zapatillas deportivas?
Sí, pero los retratos del siglo XIX en el pasillo te juzgarán en silencio.
¿Hay que saber hablar francés?
Basta con decir «oh là là» cada vez que te sirvan una trufa. Funciona el 90% de las veces.
¿Y si me da un ataque de risa en el salón principesco?
Felicidades, serás la persona más auténtica del lugar. Hasta el mayordomo soltará una sonrisa (discreta, como esculpida en mármol).