Foto extraida del video de Youtube
Los hermanos grimm: ¿eran tan «grimm» como los pintan o solo unos cuentistas con suerte?
Entre tinta, lobos y zapatillas de cristal (que no eran de cristal)
¿Te imaginas a Jacob y Wilhelm Grimm como dos señores del siglo XIX escribiendo cuentos con una sonrisa diabólica mientras toman té? Pues no. La realidad es que estos hermanos eran más bibliotecarios con crisis existenciales que autores de cuentos infantiles. Su trabajo principal era recopilar historias orales alemanas, como si fueran DJs del folclore, mezclando versiones viejas para preservar la cultura. ¡Ah, pero claro! Sus relatos originales tenían más sangre que un concurso de cortaúñas. ¿Culpa de ellos? No. La gente de entonces contaba historias donde la abuelita salía viva de la panza del lobo… o no. Cosas de la época.
¿Eran sádicos o solo les faltaba Netflix?
Si crees que los Grimm inventaron el terror infantil, piénsalo dos veces. Ellos no escribían para niños, sino para adultos nostalgicosos que extrañaban las moralejas traumáticas. Sus cuentos eran el «Black Mirror» del siglo XIX: críticas sociales, madrastras envenenadoras y príncipes con dudoso consentimiento hacia princesas dormilonas. ¿La Cenicienta? En una versión, las hermanastras se cortaban los dedos para calzar el zapato. ¿Los Grimm disfrutaban con eso? Probablemente no. Pero si vendía, ¿para qué edulcorarlo? Total, Disney luego pondría azúcar hasta en los títulos.
De coleccionistas de cuentos a estrellas pop (sin querer)
Los hermanos jamás imaginaron que sus historias se convertirían en películas con canciones pegajosas. Su meta era académica: crear un diccionario de alemán (sí, aburrido) y rescatar tradiciones. Pero la suerte les sonrió: sus libros se volvieron best sellers sin TikTok. Eso sí, con el tiempo, las adaptaciones los pintaron como maestros del horror, cuando en verdad eran dos tipos serios que preferían archivar verbos irregulares antes que pensar en brujas. ¿Ironía? Que hoy sus nombres suenen a «cosa tenebrosa», cuando solo querían que Alemania no olvidara sus raíces… y quizá vender unos ejemplares.
¿Quién dijo miedo? Preguntas que piden respuestas (o un hechizo)
- ¿Los Grimm inventaron a Caperucita?
¡Nope! La historia ya circulaba en Europa. Ellos le dieron estilo gótico y una abuelita con suerte. - ¿Por qué sus cuentos son tan sangrientos?
La gente de la época veía el miedo como pedagogía. Traducción: «Portate bien o te comen». - ¿Fueron famosos en vida?
Como Tom Hanks de los libros viejos: respetados, pero sin royalties por merchandising de Blancanieves.
De bosques encantados a pesadillas infantiles: cómo los hermanos grimm arruinaron (o mejoraron) tu infancia
Imagina esto: estás acurrucad@ en tu cama, list@ para escuchar un cuento antes de dormir, y de repente tu abuela te suelta una historia sobre una niña devorada por un lobo disfrazado de abuelita. ¡Gracias, hermanos Grimm! Sus cuentos eran como una caja de chocolates… pero envenenados. ¿Quién necesita monstruos bajo la cama cuando tenías a Caperucita corriendo hacia el peligro con una canastita? Hansel y Gretel enseñaban que abandonar a tus hijos en el bosque era una opción válida, y La Cenicienta dejaba claro que el abuso doméstico se solucionaba con un zapato de cristal. Disney los abrillantó, pero los originales eran puro jugo de trauma en formato oral.
¿Eran los Grimm los primeros «influencers» del terror psicológico?
Sin TikTok ni Instagram, Jacob y Wilhelm Grimm lograron viralizar historias que hacían temblar a generaciones. Sus relatos eran el equivalente medieval a un jumpscare: brujas horneando niños, madrastras planeando asesinatos, y hermanastras mutilándose los pies para calzar zapatos. ¿Lección moral? Difusa. ¿Escalofríos garantizados? Absolutamente. Hoy los llamarían “cuentos para adultos”, pero en el siglo XIX bastaba con un “érase una vez” para soltar pesadillas premium. Y ojo, ¡todo basado en “folclore real”! Como si el pueblo alemán hubiese decidido que el miedo era el mejor pedagogo.
De la moraleja al trauma: el legado Grimm
- ¿Aprendiste a no hablar con extraños? Gracias a Caperucita, que terminó en la panza de un lobo.
- ¿A no codiciar manzanas? Blancanieves te mostró que hasta la fruta puede ser un arma.
- ¿A cuestionar las ofertas demasiado buenas? Hansel y Gretel te advirtieron que las casas de caramelo suelen tener hornos gigantes.
Los Grimm no regalaban finales felices, regalaban sesiones de terapia futura. ¿Fue cruel? Quizás. ¿Efectivo? Sin duda. Después de todo, ¿qué mejor forma de prepararte para un mundo hostil que con cuentos donde hasta los sapos escupen príncipes narcisistas?
¿Por qué los Grimm nos hicieron esto? (Y otras preguntas incómodas)
— ¿Eran sádicos o simplemente malos contando chistes?
Ni lo uno ni lo otro. Recolectaban historias populares como antropólogos prematuros, pero sin filtro de “esto puede dejar cicatrices”. La moraleja sangrienta era un plus.
— ¿Hay algún cuento Grimm que no termine en tragedia?
Sí: el que nunca te contaron. Hasta Rapunzel acaba con un príncipe cegado por espinas. ¿Alegre? No. ¿Memorable? Como la varicela.
— ¿Podemos culparlos por nuestros miedos irracionales a los lobos y las casetas en el bosque?
Totalmente. Y también por esa sospecha de que tu mascota podría hablarte si probara una manzana enchida.
— ¿Qué dirían los Grimm de las versiones edulcoradas de Disney?
Probablemente: “¿Dónde está la emoción si nadie muere?”. Aunque admitámoslo: sin ellos, Maléfica no tendría tanto *glamour*.