Foto extraida del video de Youtube
Mi Sanitas: cuando tu cartera pide auxilio más que tu salud 💸🆘
¿Alguna vez has mirado el extracto de tu seguro de salud y has sentido que tu tarjeta de crédito llora sangre? Con Mi Sanitas, es fácil confundir la factura mensual con un rescate por secuestro: *«Pague ahora o su presupuesto familiar desaparecerá… para siempre»*. 🩸💳 La cuota básica promete cubrirte de gripes, pero cuando ves el precio, hasta el covid se arrepiente de contagiarte. ¿Seguro médico o plan de financiación para comprar un yate al director general? Difícil saberlo.
Síntomas de que Mi Sanitas te está dejando en bancarrota
- La app te pide huella dactilar y un testamento vital antes de mostrar tu cobertura.
- Tu receta de ibuprofeno incluye un «impuesto por respirar oxígeno premium».
- La revisión dental cuesta más que el BMW del dentista.
Y ojo, que la letra pequeña tiene más trampas que un episodio de *«El precio de la historia»*. ¿Seguro que cubre urgencias? Sí, pero solo si te accidentas en una sucursal de Mi Sanitas, un jueves lluvioso, y llevas el carné plastificado. Si no, la factura llega con intereses y un meme de gato llorando.
¿Y si usas el seguro? Peor
La ironía es sublime: pagas tanto que cada visita al médico se siente como una inversión. ¿Para qué sirve tener prioridad en especialistas si, al final, prefieres curarte con tutoriales de YouTube y aceite de cactus? 💻🌵 Y ni hablemos de los «descuentos» en gafas: marcos tan caros que, si te los compras, tu futuro será ver la vida en 4K… desde un colchón inflable.
¿Tu bolsillo ya necesita terapia? Preguntas que duelen más que una factura de hospital
— ¿Existen alternativas a Mi Sanitas que no requieran vender un órgano?
Sí, pero probablemente impliquen sacrificios. Como mudarte a una caverna, volver al trueque o convencer a tu abuela de que te haga un té de manzanilla con *«poderes curativos»*.
— ¿Cómo sé si mi cobertura es real o un juego de realidad virtual?
Fácil: si al usar el seguro, el hospital te hace firmar un pagaré y te regala una pala para cavar tu propio pozo financiero… es real.
— ¿Puedo evitar que Mi Sanitas devore mi presupuesto?
Reza, invoca a deudas pasadas o cambia a un seguro cuya cuota no equivalga al PIB de un país pequeño. Aunque, honestamente, mejor junta tapitas de cerveza por si acaso. 🍺💰
Y recuerda: si algún día tu cartera grita «¡Código azul!», no es por tu salud. Es por Mi Sanitas. 😵💫🩺
Mi sanitas y el arte de esperar: ¿meditación o desesperación? 🧘♂️⏳
Imagina esto: estás sentado en una silla que parece diseñada por un enemigo personal, frente a un reloj que avanza más lento que un caracol con sueño. ¿Esperar en Mi Sanitas un curso acelerado de paciencia o un experimento social para ver cuándo explotas? La decoración minimalista (léase: paredes blancas y revistas de 2017) te invita a un duelo mental. Por un lado, piensas: *“Aprovecharé para meditar, respirar y conectar con mi yo interior”*. Por otro, tu yo interior grita: *“¿En serio? ¡Llevo aquí tres horas y ni siquiera me han dicho ‘hola’!”*.
Guía práctica: De cómo no convertirte en el Hulk de la sala de espera
La clave está en dominar el arte del *“waiting mindfulness”*:
– Nivel 1: Observa el techo. ¿Cuántas manchas hay? ¿Forman constelaciones? ¡Felicitaciones, acabas de inventar tu propio horóscopo sanitario.
– Nivel 2: Juega a adivinar qué sonido vendrá después: el timbre de la recepción, la tos del señor de la esquina o el suspiro dramático de alguien que ya perdió la fe.
– Nivel 3: Si logras contar hasta 1000 sin revisar el móvil (que tiene un 3% de batería), ganaste un doctorado honoris causa en filosofía existencial.
Ahora, la gran pregunta: ¿sirve de algo tanta espera o es un ritual para que valores más tu Netflix en casa? Hay quienes juran que salen renovados, con respuestas a preguntas como *“¿qué hago con mi vida?”* o *“¿por qué el Wi-Fi aquí es más lento que un dial-up?”*. Otros, en cambio, salen con una nueva úlcera y ganas de demandar al reloj. Eso sí, todos coinciden en algo: nadie sabe cuánto tiempo real ha pasado ahí dentro. ¿Minutos? ¿Horas? ¿Años luz? La relatividad de Einstein se queda corta.
Lo que nadie te cuenta (pero todos pensamos)
– ¿El sonido de la puerta al abrirse es música celestial o un recordatorio de que tu turno sigue en otra dimensión?
– ¿Por qué siempre hay alguien que llega después que tú y entra primero? ¿Tienen un pacto con la enfermera?
– Si meditar en la sala de espera cuenta como ejercicio espiritual, ¿podemos reclamarlo en la declaración de la renta?
Bonus track: Si logras salir sin haber lanzado miradas asesinas al personal, eres candidato al Nobel de la Paz. O al menos mereces una taza que diga *“Sobreviví a la espera de Mi Sanitas”*.
¿Y ahora qué? Preguntas que surgen cuando el tiempo deja de tener sentido
¿Cómo mantener la calma si mi teléfono murió y ya me sé de memoria los posters de “lavarse las manos”?
Fácil: empieza a tararear el himno de la paciencia (que suena como un mix entre un réquiem y la canción del teléfono esperando señal). Si falla, recurre a contar los azulejos de la pared. Spoiler: siempre hay uno mal colocado.
¿Qué hago si mi meditación se convierte en un monólogo interno sobre la inmortalidad del cangrejo?
Abraza la locura. Escribe mentalmente un bestseller titulado *“El arte de esperar sin perder el último resto de cordura”*. Si te ofrecen un chequeo médico a la salida, di que sí. Total, ya estás en modo zen… o en modo “llévame al psiquiatra”.
¿Existe un récord mundial de espera en Mi Sanitas y cómo me preparo para batirlo?
Los rumores hablan de una señora que tejió un suéter, aprendió esperanto y resolvió un crucigrama en arameo. Lleva meriendas, un saco de dormir y la determinación de un samurái. Eso, o pide hora online… aunque eso es como creer en unicornios.