Foto extraida del video de Youtube

El premio cervantes: ¿en serio necesitamos otro laureado con cara de poeta trascendental?

La fábrica de clones literarios: ¿todos salen del mismo molde?

Parece que el jurado del Cervantes tiene un *checklist* secreto: «Barba canosa (opcional), mirada perdida en el infinito, pose de quien acaba de resolver el misterio del universo con un soneto». ¿Otro año, otro señor con aire de haber sido interrumpido midiendo el peso de su propia melancolía? ¡Qué sorpresa! No es que no merezcan el premio, pero ¿nadie se ha preguntado si la foto oficial la hacen en el mismo estudio, con el mismo fondo y la misma lámpara que proyecta *sombra de genio atormentado*?

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El «look Cervantes»: guía de estilo para postularse

Si aspiras al galardón, sigue estos pasos:
1. Viste como si te hubieras vestido en la oscuridad (preferiblemente tonos tierra o negro).
2. Aprende a fruncir el ceño como si la palabra «bestseller» te diera urticaria.
3. Domina el arte de sonreír sin mostrar alegría (un ligero temblor en el labio inferior suma puntos).
¿Que eres joven, escribes sobre aliens o usas Instagram? Lo siento, el manual exige «aura de biblioteca con olor a madera vieja». Excepciones: si tu obra incluye un haiku sobre la fugacidad de una gota de rocío, *maaaaybe* te consideran.

¿Y si el próximo ganador es un tuitero con meme incluido?

Imaginemos por un segundo que el Cervantes se moderniza: «El premio es para… ¡@VersosYVaciladas, por su hilo sobre la metafísica del cafelito mañanero!». ¿Desvirtuaría el legado? Quizá, pero al menos rompería el ciclo de discursos que suenan como si los escribieran con pluma de águila imperial. La literatura no solo vive de metáforas sobre atardeceres y crisis existenciales en burguesías ilustradas. A veces, un buen microrrelato sobre poner la lavadora en modo ‘poesía experimental’ también cuenta.

Preguntas que nadie hace pero todos pensamos

¿Por qué los ganadores parecen sacados de un retrato del siglo XIX?
Porque el aura «trascendente» se cotiza más que el Bitcoin en este circuito. Eso, o alguien en el jurado tiene una colección secreta de figuritas con trajes de tweed.

¿El Cervantes será algún día ganado por alguien que use emojis en sus novelas?
Depende. Si logras convertir un 😭 en una metáfora sobre la condición humana, quizá. Mientras, seguiremos viendo candidatos que miran al horizonte como si estuvieran a punto de recitar un epitafio.

¿Hay esperanza para los que escriben en sudaderas y no en smoking?
Sí, pero primero deberán demostrar que su ropa tiene al menos un parche de *profundidad filosófica*. Lo de la corbata deshilachada sigue contando como mérito.

Premio cervantes: la guarrada literaria mejor vestida de intelectualidad (y cómo sobrevivir a su discurso interminable)

El Premio Cervantes es como ese tío que llega a la fiesta con corbata de seda y habla de Kant mientras se mancha la camisa con salsa brava. Todos fingen entender sus citas en latín, pero en realidad están contando los segundos para huir hacia los canapés. ¿Un reconocimiento a la literatura en español? Sí. ¿Un pretexto para soltar discursos que harían llorar a una piedra por aburrimiento? También. Aquí la elegancia es inversamente proporcional a la capacidad de resumir ideas. Si Cervantes levantara la cabeza, probablemente pediría un quijotazo colectivo para cortar el rollo.

Guía rápida para no morir de inanición mental

  • Bingo de palabras clave: Apuesta a cuántas veces dirán “legado”, “universalidad” o “la palabra como instrumento de libertad”. Si completas la cartilla, ganas el derecho a bostezar sin disimulo.
  • Traduce a lenguaje humano: Cuando escuches “intertextualidad dialéctica”, piensa: “ah, que le copió ideas a otro”.
  • Busca al camarero: El verdadero héroe de la gala es el que reparte champán. Síguelo como si fuera Gandalf en Moria.
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Lo irónico es que, entre tanto verso grandilocuente, el premio sigue siendo un termómetro útil de la literatura… si logras descifrarlo entre las capas de postureo. Es como encontrar una aguja en un pajar, pero la aguja está recitando un soneto y el pajar huele a café de máquina de la Real Academia. ¿El truco? Aplaudir en los momentos clave (cuando todos aplauden) y evitar el contacto visual con cualquier profesor emérito que pueda invitarte a un seminario de ocho horas sobre sintaxis comparada.

¿Y eso con patatas? Preguntas que nadie hizo (pero deberían)

—¿Algún ganador ha dicho alguna vez “gracias, esto es todo, buenas noches”?

No consta en los anales. La leyenda dice que si lo intentas, te conviertes en una estatua de mármulario teórico.

—¿Se puede tararear el discurso como si fuera una canción de Eurovisión?

Sí, pero cuidado: si el ritmo coincide con un poema de Góngora, te fusionarás místicamente con la biblioteca nacional.

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—Si llevo una almohada disfrazada de libro de poesía, ¿pasaré desapercibido?

Es el método más efectivo desde que se inventaron las siestas en clase de filosofía. Eso sí, que no vibre si te llega un mensaje del grupo de WhatsApp.

—¿Hay riesgo de que el discurso se vuelva un bucle infinito como el “tú que entras aquí” de Dante?

Peor: algunos rumores sugieren que ciertos discursos siguen ocurriendo en dimensiones paralelas. Si escuchas ecos de “la otredad del ser” a las 3 a.m., no has sido el único.