Foto extraida del video de Youtube
Restaurante flamant: ¿Flamante éxito o fracaso disfrazado de lujo? 🕶️
Entre caviar y críticas: el menú de la polémica 🍴
El Restaurante Flamant tiene más filtros que un influencer de Instagram. Su carta promete “experiencias sensoriales” que, según los comensales, a veces se traducen en “platos que parecen arte abstracto, pero saben a… bueno, a nada”. ¿Un risotto de oro comestible? Sí. ¿Un postre que brilla en la oscuridad? También. ¿Un precio que te hace llorar más que una cebolla gigante? A-já. Los defensores juran que es “innovación pura”; los detractores susurran que es el lugar perfecto para gastar 300 euros y seguir con hambre.
Lo que dicen las redes:
- “Si quieres impresionar a tu suegra y arruinarte en el intento, este es tu sitio”.
- “La decoración es tan blanca que temes respirar fuerte y mancharlo todo”.
- “El pan de la casa cuesta 12€, pero viene con una explicación filosófica de 10 minutos”.
¿Reservar o huir? El dilema existencial del foodie 🏃♂️
El Flamant no es un restaurante, es un experimento social. ¿Sobrevivirías a una cena donde el camarero te describe cada plato como si fuera el guión de una película de David Lynch? ¿O pagarías 90 euros por una copa de vino que, según la carta, “evoca el atardecer en la Provenza de 1923”? Aquí, hasta el agua mineral tiene *storytelling* (y cuesta como un champán barato). Los *reviews* son tan extremos que uno sospecha si los elogios vienen de amigos del chef o de bots con gusto caro.
Detalles que generan debate:
- Las mesas están tan separadas que podrías ordenar por WhatsApp.
- La música ambiental suena como un álbum experimental de Björk en versión ASMR.
- El baño tiene espejos con filtro de belleza… porque hasta tu reflejo merece lujo.
¿Flamant o flop? El veredicto de los que no tienen miedo al ridículo 😎
Si te gusta decir cosas como “la textura de este aire de trufa me ha hecho cuestionar mi existencia”, este lugar te va a encantar. Pero si eres de los que piensan que “un buen chuletón no necesita una coreografía de luces”, mejor ve a un bar de toda la vida. El Flamant es el rey de la polarización: o lo amas con pasión o lo odias con el alma. Eso sí, nadie sale indiferente… ni con la cartera intacta.
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¿Te atreves a probarlo? Las preguntas que todos se hacen (pero nadie contesta) 🧐
¿De verdad vale lo que cuesta?
Depende: si pagar 150€ por una langosta que viene con un poema haiku te parece razonable, sí. Si no, quizá prefieras comprar lotería.
¿Hay dress code?
Sí. Se llama “actitud” y, según rumores, incluye mirar el reloj sin inmutarte cuando te traen la cuenta.
¿Es apto para celíacos, veganos y alérgicos a la pretensión?
Los dos primeros sí; el tercero, ni de coña.
¿Algún truco para no arruinarse?
Pide un café (20€) y finge que cenaste en casa. Nadie se dará cuenta… o todos lo harán, pero con estilo.
Restaurante flamant y el arte de cobrar un riñón por una ensalada 🥗💸
¿En serio? ¿Una ensalada con hipoteca incluida? 🏦
En Restaurante Flamant, no solo te venden lechuga. Te ofrecen una «experiencia sensorial» donde cada hoja verde parece susurrarte: «vales menos que mi aderezo». La ensalada «César» no lleva anchoas, lleva diamantes triturados (o eso justifica el precio). Y ojo: si pides aguacate extra, prepárate para firmar un pagaré con tu huella dactilar. Aquí, el chef no corta vegetales, esculpe obras de arte comestibles que, por algún motivo, saben a… bueno, a ensalada. Pero con un toque *instagrameable* que duplica la factura.
El truco: decoración que duele (y no hablamos del gusto)
El local tiene más plantas que la selva amazónica, luces tenues para que no veas el ticket y camareros que pronuncian «vinagreta» como si fuera un hechizo. Detalles que inflan la cuenta:
– Platos más pequeños que tu autoestima (porciones *mini* para digestiones *maxi*).
– Hierbas «raras» cultivadas por hadas en Islandia.
– Agua con gas que cuesta como si fuera champán de 1890.
La música de fondo es jazz, perfecto para enmascarar el sonido de tu cartera llorando.
Clientes: ¿gourmets o masoquistas? 😅
Los comensales de Flamant son seres místicos. Pagan 30€ por rúcula y luego suben una foto con #YOLO. ¿El secreto? Les encanta decir: «¡es caro, pero *vive la experiencia*!». Entre mordisco y mordisco, juran que el tomate «tiene un dejo a melancolía otoñal». Spoiler: es un tomate. Con suerte. Eso sí, si quieres impresionar a tu cita… funciona. Hasta que revisan el extracto bancario y te dejan plantado como la albahaca en el plato.
¿Tienes dudas? Aquí las respuestas (antes de vender un órgano)
¿Por qué la ensalada cuesta un riñón?
Porque el menú lo diseñó un cirujano. ¡Ba dum tss! En realidad, el 80% del precio es para que te sientas *fancy* comiendo en un tazón de cerámica hecho a mano por duendes.
¿Aceptan hígado como pago?
Solo si está en buen estado y acompañado de una sonrisa irónica. Los viernes hay promoción: 2 cócteles = 1 pulmón. Consulta la carta «órganos y vinos».
¿El plato incluye seguro médico?
No, pero si te desmayas al ver la cuenta, te regalan una menta… envuelta en papel de oro. Eso sí, la ambulancia la pagas tú. 🚑💔