ÚNICAMENTE para la primera letra del título

Foto extraida del video de Youtube


Restaurante l'angleiru: ¿qué diablos significa y por qué todo el mundo lo escribe mal?

El nombre que nadie acierta a la primera (ni a la quinta)

Imagina intentar escribir l’angleiru después de tres cañas y una ración de croquetas. ¡Error garantizado! El nombre de este restaurante es como un trabalenguas con acento asturiano y ganas de jaleo. ¿Su significado? “El angliru”, esa temida cuesta ciclista que te deja sin aire, pero aquí se traduce en platos que derriten neuronas (y algún que otro corrector automático). La confusión viene de la mezcla entre el asturiano, una pizca de francés *fake* –por el apóstrofo– y la costumbre humana de meter la pata donde haga falta. ¿Resultado? Buscas *“Langleiro”*, *“Angleriu”* o *“L’Anglerious”* en Google, y el algoritmo suelta un suspiro de frustración.

La conspiración de las vocales perdidas

La clave del caos está en las vocales que se esfuman como las patatas bravas en la mesa. *L’angleiru* no sigue las reglas del español, el asturiano ni ningún idioma reconocido por la ONU. Es un nombre que juega al escondite con la ortografía: ¿lleva tilde? ¿Es con ‘g’ o ‘j’? ¿Por qué ese apóstrofo que nadie pidió? Hasta el dueño confiesa que eligió el nombre “pa que la xente volviere locu” (traducción: para que la gente volviera loca). Y vaya si lo ha logrado. Los comensales, entre mordisco y mordisco, se debaten entre corregir al que lo pronuncia *“lan-glehí-ru”* o rendirse y pedir otra botella de vino.

Guía de supervivencia para no meter la pata (demasiado)

Si quieres evitar el bochorno de escribirlo mal, recuerda: l’angleiru es como un *hashtag* rebelde. La ‘l’ pegada al apóstrofo, la ‘g’ suave como un queso de afuega’l pitu, y el ‘ru’ final, que no es ni ruido ni ruso. ¿Sigue sin cuadrarte? Piensa en “el Angliru”, pero con menos sudor y más sabor. Eso sí, si te equivocas, no te preocupes: hasta los camaradores soltaron *“l’angelurixu”* en plena sobremesa. Al final, lo importante es que el tartufo risotto está para chuparse los dedos, y el nombre… bueno, eso queda para el segundo bottle.

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¿Ya te has roto la cabeza intentando escribirlo? Aquí van las respuestas (y un chiste malo)

¿”L’angleiru” viene del francés, del asturiano o de un error de tipeo?
Del asturiano, con un toque de *je ne sais quoi* inventado. Si fuera francés, el menú tendría baguettes, no cachopos.

¿Por qué es tan difícil escribirlo bien a la primera?
Por la misma razón por la que el café con leche mancha siempre la camisa blanca: el universo disfruta del caos.

¿Hay que pronunciarlo con acento italiano para quedar bien?
Solo si quieres que te miren como si hubieras pedido una pizza con fabes. Di *“lang-lehí-ru”* y sigue con tu vida. Eso sí, si lo logras, el chupito de orujo va por nuestra cuenta.

Si buscas «restaurante l'angleiru» en google, prepárate para un viaje culinario (y lingüístico) épico

Google, el traductor de salsas y erratas

¿Tecleaste “restaurante l’angleiru” y ahora tu buscador parece tener un derrame cerebral? Bienvenidx al club. Google se transforma en un chef borracho cuando intentas escribir este nombre: sugiere desde “l’anglería” (¿tienda de pesca gala?) hasta “l’angleriu” (¿virus desconocido?). La estrella es el “restaurante l’anguliru”, que suena a plato de anguila mutante. Entre correcciones automáticas y palabrejas franco-hispano-inexistentes, el algoritmo te regala un menú de opciones más surrealista que un pulpo en bicicleta.

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Cuando el GPS te lleva a Narnia (pero con croquetas)

Tras descifrar el nombre correcto –spoiler: L’Angleiru–, descubres que el local es un *collage* gastrolingüístico. La carta mezcla términos en francés, español y dialectos que ni el mismísimo Cervantes reconocería. ¿“Bouillabaisse asturiana”? ¿“Fabada con foie gras”? Aquí la fusión no es moda, es caos organizado. Hasta las reseñas en línea son bilingües: 5 estrellas ⭐⭐⭐⭐⭐ y comentarios tipo *“c’est magnifique, ¡coño!”*.

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El juego del teléfono roto (versión gastro)

La aventura sigue dentro: camareros que responden *“oui”* a tu pedido de sidra, carteles con acentos voladores (¿l’àngeliru?) y una decoración que oscila entre bodega asturiana y bistró parisino. Si pides “l’entrecôte”, te traen un cachopo con chuleta. Si mencionas “queso Cabrales”, te sirven una tabla con roquefort. La confusión es el ingrediente secreto.

¿Ya has reservado o qué? (preguntas que hierven a fuego lento)

  • ¿Por qué el nombre parece un trabalenguas maldito?

    Porque combina el artículo francés “l’” con el asturiano “angleiru” (ángel). O sea, “el angelote”, pero con 90% más de riesgo de dislocar la lengua.
  • ¿El menú es igual de enredado que el nombre?

    Sí, pero en el buen sentido. Imagina que la tarta Tatin y la fabada tuvieron un bebé regordete. Con patatas.
  • ¿Debo aprender francés antes de ir?

    Solo si quieres entender por qué el wifi se llama *“omelette du fromage”*. En caso de emergencia, señala los platos con cara de hambre y di “merci” con acento de Gijón.
  • ¿Google Maps me llevará al lugar correcto o a una tienda de abrigos?

    Depende. Si escribes “l’anglería”, quizá termines comprando cañas de pescar. Si pones “l’angleiru” bien, llegarás… ¡a un sitio que vende cañas de pescar *y* tortos! (Es broma. O no).

Ahora, si me disculpas, tengo que buscar “cómo recuperar mis neuronas después de escribir l’angleiru 15 veces” en Google. Cruzo dedos para que no me sugiera recetas de sopa de letras. 🥴