¡Rumbéale al Homenaje: Tributo a Estopa que Hasta las Piedras Bailarán! ¿Te Sumas al Festejo?

Foto extraida del video de Youtube


Tributo a estopa: cuando la rumba se disfraza de cover (y le sale un flequillo rebelde)

Estopa, pero con postizos: el arte de imitar sin que se note (demasiado)

¿Qué pasa cuando un grupo decide homenajear a Estopa? Básicamente, que la rumba se pone una peluca, se sube a un escenario y grita “¡viva el tomate!” con acento de pueblo vecino. Los covers de los hermanos Muñoz son como ese amigo que te imita en las reuniones: gracioso, algo torpe y con un punto de “¿en serio me ves así?”. Desde el flequillo rebelde hasta el intento de vocalizar ese rasgado único, los tributos son un cóctel de admiración, cerveza tibia y ganas de que el público no note que el bajo suena *demasiado* educado.

La fórmula secreta:
– Un 30% de chaquetas de pana (imprescindible).
– Un 40% de guitarras desafinadas a propósito (o por accidente, da igual).
– Un 15% de miradas cómplices entre los músicos (del tipo “esto saldrá bien o nos perseguirán con aceitunas”).
– Y un 100% de alma choni que ni el mejor conservante E-250 podría replicar.

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¿Cover o exorcismo rumbero? La delgada línea roja (o de gazpacho)

Aquí la cuestión no es si suenan igual, sino cuántas almohadillas de microfono se sacrifican en el intento. Los tributos a Estopa tienen algo de ritual: si no terminas con la voz rota, el público decepcionado y alguien gritando *“¡OTRA!*” desde el fondo, has hecho algo mal. Eso sí, cuidado con los flequillos postizos: hay historias de guitarristas que acabaron con el pelo pegado a la ceja por sudar más que un melón en agosto.

Y atención al detalle clave: nadie, repito, nadie, puede imitar ese *“¿qué me estás contando?*” que David y José lanzan entre canción y canción. Los covers lo intentan, claro, pero suelen acabar sonando como un tío que intenta ligar en un bar después de tres cubatas. Auténtico, sí, pero con un puntito de *“mejor volvemos al estribillo”*.

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Preguntas que surgen más que una palmera en un bingo de pueblo

¿Por qué los tributos a Estopa siempre tienen un tipo con pandereta?
Por ley universal. La pandereta es el kit de supervivencia básico: sirve para marcar el ritmo, ahuyentar a los puristas y, en emergencias, como plato para las aceitunas.

¿Es obligatorio gritar “¡fuego!” aunque no sea la canción?
No, pero suma puntos estilo. Si además te lanzas a imitar el baile de David con una botella de agua en vez de cerveza, el respeto está asegurado (o la expulsión, depende del local).

¿Se puede hacer un cover de Estopa sin mencionar Cornellà?
Técnicamente sí, pero es como hacer gazpacho sin ajo: posible, pero hereje. Eso sí, si lo intentas, recomiendo correr. Los fans tienen radar para detectar impostores… y suelen llevar chanclas preparadas para lanzar.

Tributo a estopa: o cómo sobrevivir a una noche de «como si fuera la primera vez» (pero con más cerveza y menos afinación)

Imagina esto: un local que huele a rumba catalana mezclada con cerveza derramada, un escenario donde la guitarra suena como si la hubieran afinado con un destornillador… y tú, coreando “¡La raja de tu falda!” mientras intentas no tropezar con el camarero que reparte cañas como si fueran aspirinas. Un tributo a Estopa no es un concierto, es un deporte de riesgo. Los vocalistas imitan a los Muñoz con la energía de un karaoke tras tres cubatas, y el público —entre lágrimas de emoción y restos de tapas— juraría que están frente a los originales. O al menos frente a sus primos lejanos, los que llevan la misma camiseta de tirantes desde 2001.

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El setlist: de «Vino Tinto» a «Pastillas de Frenado», pero en modo karaoke multitudinario

La banda anuncia “Como Camarón” y, de pronto, el lugar se transforma en una romería de descontrol. Aquí no hay setlist, hay instinto de supervivencia:

  • “El del medio de los chichos”: el tema que convierte a cualquier persona en un experto en palmas flamencas (aunque suene a máquina de escribir rota).
  • “Cuando amanece”: el himno de los que juran que “solo tomo una” y a las 3 a.m. están bailando en la barra.
  • “Hemicraneal”: la canción que justifica ese dolor de cabeza post-fiesta, pero nadie se arrepiente.

Eso sí, la afinación brilla por su ausencia. ¿El saxofonista? Sonando como un gato en una trituradora. ¿La batería? Más perdida que un chándal en una boda. Pero da igual: el público canta tan fuerte que hasta los vecinos del quinto aprenden la letra.

¿Te atreves a sobrevivir? Preguntas que todos nos hacemos (antes de que se acabe la cerveza)

¿Es obligatorio llevar camiseta a cuadros?
Sí, junto a la habilidad de beber una caña en 0,5 segundos cuando suena “Vino Tinto”. Si no, te multan con un chupito de orujo.

¿Y si no sé bailar rumba?
Tranquilo: aquí se baila como si te hubieran electrocutado. El truco es mover los pies sin pisar al de al lado (o al menos disculparse con otra cerveza).

¿Sobreviviré al día siguiente?
Imposible. Pero tendrás un recuerdo borroso, una camiseta manchada de calimocho y el orgullo de haber coreado “¡Estopa, cabrones!” sin que nadie te corrija.

¿Volverán a tocar “La Primavera”?
Solo si prometes no recordarles que la afinación era opcional. Y que la tercera guitarra sonaba a licuadora.