Foto extraida del video de Youtube
De cómo el discurso de Álvaro Pombo en el Cervantes duró más que una tertulia de sobremesa familiar
Cuando el reloj se rindió y las sillas pidieron vacaciones
Imagina que te sientas a escuchar un discurso y, sin previo aviso, te das cuenta de que has envejecido tres generaciones. Eso le pasó al público del Premio Cervantes cuando Álvaro Pombo decidió que su intervención no era un acto protocolario, sino una saga épica con derecho a secuela. Hubo momentos en que los asistentes miraron el techo buscando respuestas, como si las arañas que tejían sus telarañas fueran a darles un informe del tiempo restante. *“¿Ya habló de Proust? Sí, pero ahora viene el análisis de la metáfora del café con leche”*, susurró alguien mientras desbloqueaba el logro *“sobrevivir a un monólogo más largo que la espera para renovar el DNI”*.
El discurso vs. la tertulia: batalla de titanes
Las tertulias familiares después de comer tienen sus reglas: tres horas mínimo, mínimo cuatro temas polémicos y alguien que grite *“¡esto no se dice en la mesa!”*. Pero Pombo le dio un masterclass al respetable: su discurso no solo igualó la duración, sino que incluyó giros narrativos dignos de un culebrón. Hubo quien juró ver a un señor de la tercera fila convertirse en fósil. Otros especularon que, si el escritor hubiera mencionado *“y para terminar…”*, se habría desatado un standing ovation más efusivo que el de un concierto de Bad Bunny.
¿Y el final? Lo dejamos para el próximo libro
Cuando el último adverbio cayó en el auditorio, hubo dudas existenciales: ¿realmente terminó? ¿O estamos ante un *cliffhanger* para el próximo Cervantes? Entre el personal corrieron rumores: *“dicen que el micrófono se desconectó solito por compasión”* y *“alguien llamó a mantenimiento para ver si el escenario tenía un botón de emergencia”*. Lo cierto es que, tras el evento, las butacas fueron enviadas a rehabilitación y algún incauto preguntó: *“¿esto cuenta como horas de vuelo para la jubilación?”*.
Preguntas que todos nos hicimos (pero nadie se atrevió a vocalizar)
- ¿Hubo buffet libre durante el discurso?
No confirmado, pero testigos juran que alguien sacó un tupper de albóndigas del bolso. *“Era adaptarse o morir”*, declaró un asistente anónimo. - ¿Alcanzó Pombo a mencionar a todos sus primos segundos?
Las estadísticas apuntan a que sí, con mención honorífica a la tía que hace el postre de Navidad. - ¿Se consideró el discurso como método alternativo para la meditación trascendental?
Varios asistentes alcanzaron el nirvana en la hora veinte. Namasté. - ¿Las luces del auditorio tienen botón de “apagado automático”?
Los técnicos aún investigan por qué fallaron ese día. *“Pensamos que era un acto normal, no el director’s cut de El Señor de los Anillos”*, admitió un electricista.
Álvaro Pombo y el premio Cervantes: cuando el discurso literario necesita subtítulos (y un café triple express)
Imagina esto: Álvaro Pombo recoge el Cervantes, abre la boca para pronunciar su discurso y el 90% de los mortales corre a buscar el botón de «CC» en la esquina de la pantalla. No es que el hombre hable en arameo antiguo, pero su prosa tiene más capas que una cebolla llorona en manos de un chef con alergia. ¿Filosofía existencial mezclada con referencias a Kierkegaard y un chiste intraducible sobre el metro de Madrid? ¡Tranquilos, que aquí no pasa nada! Solo hace falta un máster en hermenéutica, una suscripción a *Netflix de letras clásicas* y, posiblemente, un mapa conceptual dibujado en servilletas.
¿Alguien ha contado cuántas veces dijo «ontológico» durante esos veinte minutos? El premio Cervantes, otorgado a grandes de las letras hispanas, se convirtió en una sesión de sudoku mental donde cada párrafo era una casilla por rellenar. Los tuiteros, entre lágrimas de confusión y memes, propusieron subtitular el evento con opciones como: *«Traducción libre: algo sobre el alma, quizás»* o *«Aquí menciona a su gato, creo»*. Lo cierto es que Pombo, con su estilo entre cósmico y cotidiano, nos recordó que la literatura puede ser un laberinto… pero sin hilo de Ariadna. Eso sí, nadie le quita lo bien que le quedaba la medalla.
Cosas que aprendimos (o no) del discurso:
- Un café triple express es el único líquido compatible con frases de 15 líneas sin puntos y aparte.
- Si mencionas a Dostoievski mientras hablas de la luz del atardecer, automáticamente te dan un doctorado honoris causa en profundidad.
- Los periodistas culturales ahora tienen PTSD post-discurso y piden cursos de supervivencia lingüística.
¿Y ahora qué? Preguntas que todos nos hacemos (pero con más gracia)
¿Por qué Álvaro Pombo suena como si estuviera dictando un testamento filosófico cada vez que abre la boca?
Simple: el hombre escribe igual que respira. Y si respirar incluye citar a Schopenhauer entre bocanada y bocanada, pues eso. #CervantesConEfectoSecundario.
¿Hubo algún momento en el que incluso los académicos dijeron «esto ya es postureo»?
Rumor no confirmado: un miembro del juicio murmuró «¿Y si le damos el próximo Nobel de Física cuántica?» entre risas nerviosas. Eso o necesitaban un diccionario de sinónimos para traducir «abstruso» a «abstruso pero en negrita».
¿Cómo sobrevivir a un discurso de Pombo sin deshidratarse de tanto pensar?
Técnica comprobada: bebe cada vez que diga «existencial». Llegarás ebrio a la mitad, pero al menos terminarás riéndote de tus propias confusiones. ¡Salud! (Y ten cerca un botiquín de emergencia).